En un mundo mudo lleno de mentes dementes, los silencios gritan desde los rincones, y las palabras duermen en sus casas. Cuando los gritos ya no están, las mentes dementes mienten sin parar y la gente se mira con odio al pasar. Los silencios sabían que esto iba pasar. Que el mundo sería distinto, de un cerrar de ojos a un abrir de ojos, las cosas se entenderían de otra manera. Se buscan otros caminos, otra gente. Todo ya se complica y comienza a rebalsar el silencio. Los mudos no encuentran una solución. Que bailen sin parar, que sus ojos maten las palabras y que el destino sea el silencio. Que la vida crezca de los silencios. La gente se mira con odio al pasar, los silencios sabían que esto iba pasar. Es un desierto verbal, lo que enloquece al loro, por los silencios que aturden.