viernes, 4 de diciembre de 2009

Lejos de lejos, cerca de lejos, lejos de cerca, cerca de cerca.

En un bosque escucho insectos cantar. Me detengo a oír la música que sale desde los rincones verdes de la naturaleza. Por ahí pasa un pájaro que me deslumbra el alma con su forma lucida de volar y gritar. Pasa con toda su libertad volando por el aire puro. Un sonido repetitivo me mantiene en el lugar sin alejarme de la belleza tropical que me rodea. Un disparo y todo se fue a la mierda.

Caminando por un callejón de una gran ciudad. A hora nocturna donde la mayor parte de los ciudadanos se encuentran en paz en sus camas aunque exista el crimen del otro lado de la pared. ¿Qué paz puedo tener yo aquí en este callejón lleno de basura con sus alcantarillas largando vapor a toda máquina? Cualquier vagabundo puede acuchillarme con una palabra. Totalmente atormentados están mis sentimientos. Casi no puedo respirar para concentrarme y estar atento a algún sonido extraño que reviente mi corazón que late a diez mil revoluciones por segundo. De repente en el fondo aparece un policía y grito socorro. Que la paz descanse conmigo.

Sólo en un país lejano del de mi origen. Una cultura diferente un mundo distinto. Personas que caminan con mucha salud. Yo no encajo acá. Soy un turista argentino que me miran con mala onda. Un punk me silva al oído, lo veo cansado de la gente turista como yo. Comienza a mirarme con los ojos rojos y es lo único que veo teniendo en cuenta el campo visual que tiene la vista del ser humano. Lejos de todo lo mío la muerte se me para al lado esperando para abrirme la puerta. Una pregunta del tiempo entra por mis tímpanos por lo que yo le doy la hora. Me saca el reloj. Gracias a la vida que se quedó conmigo.

En un teatro observando una orquesta. Estoy totalmente sólo y no entiendo cómo no se suspendió. Como si fuera un sueño totalmente real. A disfrutar de este espectáculo sólo para mí. ¿Qué más puedo pedir? Son 10 personas golpeando tambores a un ritmo extremadamente violento. Un negro grandote rompe el tambor con toda la energía de su sangre, deja de tocar y se baja del escenario violentamente y empieza a caminar por todos lados mientras el resto sigue golpeando tambores. Comienzo a asustarme que ya ni fuerzas tengo de levantarme e irme a comer un sándwich. El negro se saca la camisa blanca rompiéndola sin importarle nada y mueve la cabeza tornando la vista hacia mí. Totalmente enfurecido y transpirado. Respira agresivamente largando baba hasta que se acerca a mi lugar como para comerme de un bocado, pero una cosa rara sucede. Los tambores dejan de sonar y una voz pink floydesca repite sin parar Danger, Danger, Danger, Danger… todo desaparece y aparecen dos policías levantándome. Malditas drogas.

En una casa de campo, escribiendo sobre un papel en mi galería favorita. Un suave y fresco viento de verano juega con mis pelos. El ruido del río paseando sus aguas por la corriente y los monos jugando entre sí. Estoy tan sólo en el campo que si el amor cae del cielo en este momento todo se vuelve sentimiento flameado. Viendo mi estado en este rincón del mundo me hace no entender mi tristeza cuando tengo la oportunidad de mirar afuera el paisaje colorido. Yo no conozco quién duerme en aquella cama que veo al tope de una montaña, pero seguro estoy que espera mi cuerpo caer. Yo conozco el cuidado, por eso me persigue a todos lados. Luego, un fuerte viento vuela mi papel y me hace caer nuevamente en la realidad con la que llegue aquí.

En un cubo. Luces por todos lados sacuden mi mente y una voz aguda de una bella mujer que no puedo observarla físicamente. Otra voz se suma al cubo, una voz más amiga que me aconseja cómo acercarme hacia esa bella mujer que despertó mis sentidos. Luces vuelven a sacudir mi espíritu. La voz vuelve a brillar en ese tremendo flash por lo que vomito mis frías palabras y pensamientos de una manera asquerosa. Vomito el pasado oscuro y el pesado presente. Peso la mitad de lo que pesaba antes de conocerla. Luego suena la alarma y le toca el turno a otro.

Siento las pelotitas caer y rebotar en mi cabeza. Yo totalmente inmóvil adentro de este hoyo de golf que no se de qué país es. No puedo pensar, sólo mirar un pedaso de césped y sentir las pelotas caer sobre mi cabeza haciendo el ruido característico de la bola en el hoyo. La locura de este encierro me fastidia hasta la más remota molécula mía. Desde el más allá comienzo a escuchar una voz suave de una fina mujer: Wake up, wake up, wake up, wake up.

En medio del frío decido evadir la nieve entrando al edificio más cercano, una iglesia. Nunca aprecie tanto una iglesia en mi puta vida. Nunca le ví sentido alguno y totalmente agradecido de su existencia estoy. Un coro de mujeres empiezan a cantar cantos religiosos. Bellas y dulces voces calientan mi cuerpo. Un órgano realiza hermosas melodías. De repente baja un cura vestido de militar gritando contra su mente: ¡¡Maldita brujería y todas las historias de este mundo cargado de historia!! ¡¡Malditos los que dicen que pueden gritar cuando en realidad no saben lo que es gritar, malditas locuras enfermizas que confunden hasta el antaño mayor!! Queridos hermanos que están aquí presentes, están a punto de presenciar una nueva faz de la tierra, quiero que el que tenga un celular o alguna filmadora me filme y me haga famoso por este hecho. Al cura lo internaron y yo jamás volví a ingresar a un edificio semejante. Mi muerte lo decidió.

Choco de golpe contra algo bien duro que me hace salir por el parabrisas aterrizando en una camilla, supongo. Al abrir los ojos veo a una bella enfermera que me canta el a ro ro mi nene que me vuelve estúpido, nada puedo hacer si me hace sentir como un bebé. Quiero demostrarle que soy mayor y que la tengo bien peluda, pero su tierna cara que brinda a mi alma me hace entender en que soy un bebé. Quisiera expresarme con todos mis poemas para ganármela pero ella sigue dulcemente condenándome a lo que no soy. Me hace cosquillitas en la panza y caras para que me ría pero yo sólo pienso en sentir su alma en contacto con la mía, sólo penetrarla. Así salgo del hospital totalmente dopado hasta mi casa a dormir.

¿Cómo? ¿Estoy casado? ¿Que hago en una cama matrimonial con una mujer en una casa que no conozco? La doy vuelta para averiguar algo de lo que está pasando aquí y me encuentro con una cara angelical que desarma mis sentidos y me hace creer en el amor a primera vista. Ella abre los ojos perfectos jamás vistos en mi vida y me sonríe tan simpática que me hace pasar de un estado a otro, de estar perdido a haber encontrado lo que quizá buscaba, tal vez no era lo que quería averiguar, pero algo me cayó la boca. De la nada ella me dice que estoy enfermo. Que mi memoria dura un día, como una película que me muestra todas las mañanas, en ella actúa Adam Sandler.

Una vieja me dice Tom. Paso por un espejo y tengo cuerpo de gato. Un ratón me rompe las bolas y yo intento comerlo o quizá atraparlo de alguna manera urgente. Él se me escapa y yo me chocó los objetos de la casa. La vieja me caga a escobasos y no le conozco la cara. Cansado estoy, quiero atrapar ese ratón aunque en realidad quiero volver a ser el que era, ese tal ser humano. Pero este ratón me perturba tanto que solo quiero atraparlo y ya. Luego un perro enorme me impide la deseosa captura y debo responderle como esclavo a su amo. Así me voy para adentro y de repente se corta la luz. Cuando vuelve la luz me encuentro como ser humano viendo dibujos animados por la televisión. A carcajadas sin parar.

Suena el teléfono a morir, tan violentamente a un volumen más alto de lo común. Corriendo a toda marcha decido atenderlo para parar ese ruido molesto. Al acercar el tubo al oído escucho un idioma desconocido, algo raro, con un poco de interferencia. Como si viniese de bien lejos, me hace llegar a pensar que quizá es de otro planeta, pues es una voz rara, con sonidos muy parecidos al humano, pero no lo son exactamente. Decido decir “hola” y eso hace que del otro lado se calle. Decido seguir hablando y nadie me contesta hasta que siento que me cortan. De repente me tocan el timbre a todo volumen, por lo que corriendo me acerco a atender la puerta, y al abrirla había un niño con la cara más inocente que he visto en mi vida con un planeta tierra en sus manos totalmente vivo. Al instante salen unas dulces y humildes palabras que hacen que el mundo entero se congele con hielo parando hasta las agujas de los relojes. Aquellas palabras fueron: “si, en fin, lejos de lejos, lejos de cerca, cerca de lejos, cerca de cerca”.

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