Este blog tuvo de todo. Se agradece a todos aquellos quienes estuvieron acá. Ahora he logrado abrirle la puerta al silencio y permitir que ingrese a mi mundo, así como en una especie de armonización con mi ser y el exterior. Pues ya no son más silencios que aturden y no creo en ellos, pues aquellos que sigan padeciendo de esos feroces silencios o silencios molestos, les deseo toda la luz a sus espíritus para q se llenen de lo mejor de este mundo precioso, sin complicaciones ni aturdimientos. Paz, armonía, amor, comprensión, perdón y life!!!
Aquellos que quieran seguirme, pueden hacerlo en mi nuevo blog: www.joniporelmundo.blogspot.com
Gracias y abrazos.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Se acabó
martes, 6 de abril de 2010
jueves, 31 de diciembre de 2009
viernes, 18 de diciembre de 2009
Listo el mapa genético del cáncer del pulmón y el melanoma.
Investigadores del Instituto Wellcome Trust Sanger en Cambridge (Reino Unido) han secuenciado los genomas del melanoma maligno y el cáncer de pulmón. Sus resultados, que se publican en la revista Nature, ofrecen información sobre la interacción entre los mecanismos de mutación y reparación del ADN que se producen a medida que la enfermedad progresa.
Todas las células cancerígenas portan mutaciones genéticas que no se han heredado sino que se acumulan a medida que la célula progresa hacia la enfermedad. Los científicos, dirigidos por Mike Stratton, secuenciaron el genoma de una línea celular de melanoma que originariamente se derivó del tumor de un hombre de 43 años de edad con el objetivo de conseguir una mejor comprensión de las mutaciones asociadas con este tipo de cáncer de piel. Según los investigadores, muchas de las mutaciones identificadas portan las características de los daños en el ADN producidos como resultado de una exposición a la luz ultravioleta, un conocido factor de riesgo del melanoma.
En una segunda investigación, el mismo equipo de científicos secuenció el genoma de una línea celular del cáncer de pulmón. El análisis sugiere que un fumador típico adquiere una mutación por cada 15 cigarrillos consumidos.
En ambos estudios, los científicos descubrieron evidencias de que los mecanismos de reparación del ADN habían estado funcionando, pero que finalmente no habían tenido éxito.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Más allá del tacto.
En las secuencias mentales humanas. Más allá de la carne y de la sangre.
Un apagón lo puede todo, pero nunca lo has vivido. Entonces, ¿Cómo puede un apagón apagarlo todo? si nunca lo has experimentado y aquél que lo haya experimentado tampoco lo ha experimentado, o, si es que sí lo ha vivido (a la muerte), pues, luego no ha vivido para contartelo. Aunque muchos digan lo contrario... se dice que necesitamos creer, pues está bien. Eso allá y esto acá. Además de que no es que necesitamos creer, pero estamos descubriendonos...
Pero ese no es el tema, en realidad no hay ningun tema ni tiene que haberlo. Pues, entonces ¿qué estamos haciendo? ¿hippeandola? no lo creo!, es decir, va a ser como tus ojos lo vean, pero ¿porqué es que tus ojos ven eso? claro, es lo que está ahi al frente tuyo, pero a eso se le da un concepto y eso depende de todo, de los nodos, esos que conectan todo.
Bah, ese no es el punto de este escrito, ni hay un punto. No estamos leyendo este escrito para saber de qué se trata, sino que muy al contrario, para saber de qué NO se trata.
Bueno, en primer lugar yo creo que hay muchas cosas que este escrito no trata, ¿verdad? pues la vida en el mundo es muy amplia para ponerla toda en este post, con un sólo ser humano no alcanza ni el principio del conteo, por así decirlo. Hay muchas cosas, infinidades de momentos y sentimientos que uno no llega a vivir...
Pero eso no importa, lo que importa es la decadencia que hay que cambiar, no por medio de la ambición material, si por la espiritual, por aquello que va más allá de lo que los ojos ven.
Tenemos un jefe que se nos ríe haciendonos daño, y eso no se ve, pero se siente. Eso hay que cambiar. Somos esclavos y eso es lo que nos atormenta y hay que dejar de lado de manera inteligente y sabia, con paciencia y comprensión, con paz y amor.
En fin, olvidemos todo lo anterior, ya que no es ese el motivo de este escrito, aunque no hay motivo alguno. El hecho de que te encuentres leyendo estas palabras es por alguna razón que no la has pensado, no sabes cómo has llegado hasta aquí. Pero claro, en realidad de la pura realidad materialista, sí sabes cómo has llegado hasta aquí, pero bueno, el caso es el siguiente: No somos concientes de nuestros actos. Y tranquilamente podrías contradecirme. Pero ¿Estás conforme al 100 %? ¿Con respecto a qué...? bueno, con tu vida, con tu pasado, presente y futuro. Y claro, totalmente uno puede decir que sí, o no, pero nadie, o sólo muy pocos, no lo sé, pueden descubrir el paraíso. Ese paraíso no es el que conocemos, ya que no existe, pero vamos a caer, para levantar frente en el mismo. El paraíso está en cada uno. No está allá en aquel lugar que se puede ver gracias a la bendita vista humana. Por eso somos esclavos, muy facilmente nos enseñaron a ponernos mal cuando las cosas no salen o están como uno quiere o quería, como si fueramos malcriados por el poder, nuestro jefe.
Pero bueno, no es eso de lo que trata este escrito ya que no trata sobre nada, por lo tanto no hay nada que decir, diría usted, y yo. Y la verdad es que no. Pero, ¿porqué todo esto? así son los blogs. Una herramienta única para compartir más allá del tacto, acercándonos más a lo profundo de los seres habitantes de la madre tierra, usuarios de lo que ellos mismos hacen con el transcurso del tiempo, tiempo inventado por el mismo ser viviente, alguna vez. Compartir ideas, pensamientos, y momentos... una nueva era, que nunca se ha podido en la historia de la humanidad como hoy día se puede, nos acerca de manera asombrosa a tantos otros seres hermanos.
domingo, 13 de diciembre de 2009
Dadá Mini
Eso y mucho más nos ofrece esta revista que sorprende con su crecimiento y amor al arte... A continuación adjunto un mail que me ha llegado por ese grupo artístico:
Hola!
Para quienes no nos conocen, somos de la revista Dadá Mini™, y hace algunas semanas recibimos la carta de un lector que, cercano a los 50 años y haciendo una retrospectiva de su vida, nos preguntó por el secuestrador de su juventud.
Carlos Trappa, DNI: 13.435.651
Nos habló de bombuchas y libertad, nos contó de sus juegos, de anécdotas, y de la horripilante vida de oficina en la que había caído. En su carta, nos preguntó por los desafíos,
y cuestionó por el secuestro del niño dormido, ¿Quién se lo había llevado? ¿Dónde estaría ahora? Carlos está buscando… nosotros confiamos en que el que aparezca es tarea de todos nosotros.
Convocamos a quienes quieran participar a enviarnos una foto de ellos cuando eran niños, la edad y algún apodo, de esas épocas en las que volar hasta la luna estaba a solo un paso de distancia. Envíen la foto a quiensoy@dadamini.com (no es necesario que tenga nombre ni apellido).
[ AYUDANOS REENVIANDO, CON 3 AMIGOS ES SUFICIENTE! ]
El 19 de Diciembre liberaremos a todos esos niños en una muestra colectiva en el CCEC.
Sumémonos, encontremos al niño dormido.
Para ver la carta ingrese a www.dadamini.com/quiensoy
::ESTA ES LA CARTA:: (sepa disculpar la letra!!)
Ver carta
viernes, 4 de diciembre de 2009
Lejos de lejos, cerca de lejos, lejos de cerca, cerca de cerca.
En un bosque escucho insectos cantar. Me detengo a oír la música que sale desde los rincones verdes de la naturaleza. Por ahí pasa un pájaro que me deslumbra el alma con su forma lucida de volar y gritar. Pasa con toda su libertad volando por el aire puro. Un sonido repetitivo me mantiene en el lugar sin alejarme de la belleza tropical que me rodea. Un disparo y todo se fue a la mierda.
Caminando por un callejón de una gran ciudad. A hora nocturna donde la mayor parte de los ciudadanos se encuentran en paz en sus camas aunque exista el crimen del otro lado de la pared. ¿Qué paz puedo tener yo aquí en este callejón lleno de basura con sus alcantarillas largando vapor a toda máquina? Cualquier vagabundo puede acuchillarme con una palabra. Totalmente atormentados están mis sentimientos. Casi no puedo respirar para concentrarme y estar atento a algún sonido extraño que reviente mi corazón que late a diez mil revoluciones por segundo. De repente en el fondo aparece un policía y grito socorro. Que la paz descanse conmigo.
Sólo en un país lejano del de mi origen. Una cultura diferente un mundo distinto. Personas que caminan con mucha salud. Yo no encajo acá. Soy un turista argentino que me miran con mala onda. Un punk me silva al oído, lo veo cansado de la gente turista como yo. Comienza a mirarme con los ojos rojos y es lo único que veo teniendo en cuenta el campo visual que tiene la vista del ser humano. Lejos de todo lo mío la muerte se me para al lado esperando para abrirme la puerta. Una pregunta del tiempo entra por mis tímpanos por lo que yo le doy la hora. Me saca el reloj. Gracias a la vida que se quedó conmigo.
En un teatro observando una orquesta. Estoy totalmente sólo y no entiendo cómo no se suspendió. Como si fuera un sueño totalmente real. A disfrutar de este espectáculo sólo para mí. ¿Qué más puedo pedir? Son 10 personas golpeando tambores a un ritmo extremadamente violento. Un negro grandote rompe el tambor con toda la energía de su sangre, deja de tocar y se baja del escenario violentamente y empieza a caminar por todos lados mientras el resto sigue golpeando tambores. Comienzo a asustarme que ya ni fuerzas tengo de levantarme e irme a comer un sándwich. El negro se saca la camisa blanca rompiéndola sin importarle nada y mueve la cabeza tornando la vista hacia mí. Totalmente enfurecido y transpirado. Respira agresivamente largando baba hasta que se acerca a mi lugar como para comerme de un bocado, pero una cosa rara sucede. Los tambores dejan de sonar y una voz pink floydesca repite sin parar Danger, Danger, Danger, Danger… todo desaparece y aparecen dos policías levantándome. Malditas drogas.
En una casa de campo, escribiendo sobre un papel en mi galería favorita. Un suave y fresco viento de verano juega con mis pelos. El ruido del río paseando sus aguas por la corriente y los monos jugando entre sí. Estoy tan sólo en el campo que si el amor cae del cielo en este momento todo se vuelve sentimiento flameado. Viendo mi estado en este rincón del mundo me hace no entender mi tristeza cuando tengo la oportunidad de mirar afuera el paisaje colorido. Yo no conozco quién duerme en aquella cama que veo al tope de una montaña, pero seguro estoy que espera mi cuerpo caer. Yo conozco el cuidado, por eso me persigue a todos lados. Luego, un fuerte viento vuela mi papel y me hace caer nuevamente en la realidad con la que llegue aquí.
En un cubo. Luces por todos lados sacuden mi mente y una voz aguda de una bella mujer que no puedo observarla físicamente. Otra voz se suma al cubo, una voz más amiga que me aconseja cómo acercarme hacia esa bella mujer que despertó mis sentidos. Luces vuelven a sacudir mi espíritu. La voz vuelve a brillar en ese tremendo flash por lo que vomito mis frías palabras y pensamientos de una manera asquerosa. Vomito el pasado oscuro y el pesado presente. Peso la mitad de lo que pesaba antes de conocerla. Luego suena la alarma y le toca el turno a otro.
Siento las pelotitas caer y rebotar en mi cabeza. Yo totalmente inmóvil adentro de este hoyo de golf que no se de qué país es. No puedo pensar, sólo mirar un pedaso de césped y sentir las pelotas caer sobre mi cabeza haciendo el ruido característico de la bola en el hoyo. La locura de este encierro me fastidia hasta la más remota molécula mía. Desde el más allá comienzo a escuchar una voz suave de una fina mujer: Wake up, wake up, wake up, wake up.
En medio del frío decido evadir la nieve entrando al edificio más cercano, una iglesia. Nunca aprecie tanto una iglesia en mi puta vida. Nunca le ví sentido alguno y totalmente agradecido de su existencia estoy. Un coro de mujeres empiezan a cantar cantos religiosos. Bellas y dulces voces calientan mi cuerpo. Un órgano realiza hermosas melodías. De repente baja un cura vestido de militar gritando contra su mente: ¡¡Maldita brujería y todas las historias de este mundo cargado de historia!! ¡¡Malditos los que dicen que pueden gritar cuando en realidad no saben lo que es gritar, malditas locuras enfermizas que confunden hasta el antaño mayor!! Queridos hermanos que están aquí presentes, están a punto de presenciar una nueva faz de la tierra, quiero que el que tenga un celular o alguna filmadora me filme y me haga famoso por este hecho. Al cura lo internaron y yo jamás volví a ingresar a un edificio semejante. Mi muerte lo decidió.
Choco de golpe contra algo bien duro que me hace salir por el parabrisas aterrizando en una camilla, supongo. Al abrir los ojos veo a una bella enfermera que me canta el a ro ro mi nene que me vuelve estúpido, nada puedo hacer si me hace sentir como un bebé. Quiero demostrarle que soy mayor y que la tengo bien peluda, pero su tierna cara que brinda a mi alma me hace entender en que soy un bebé. Quisiera expresarme con todos mis poemas para ganármela pero ella sigue dulcemente condenándome a lo que no soy. Me hace cosquillitas en la panza y caras para que me ría pero yo sólo pienso en sentir su alma en contacto con la mía, sólo penetrarla. Así salgo del hospital totalmente dopado hasta mi casa a dormir.
¿Cómo? ¿Estoy casado? ¿Que hago en una cama matrimonial con una mujer en una casa que no conozco? La doy vuelta para averiguar algo de lo que está pasando aquí y me encuentro con una cara angelical que desarma mis sentidos y me hace creer en el amor a primera vista. Ella abre los ojos perfectos jamás vistos en mi vida y me sonríe tan simpática que me hace pasar de un estado a otro, de estar perdido a haber encontrado lo que quizá buscaba, tal vez no era lo que quería averiguar, pero algo me cayó la boca. De la nada ella me dice que estoy enfermo. Que mi memoria dura un día, como una película que me muestra todas las mañanas, en ella actúa Adam Sandler.
Una vieja me dice Tom. Paso por un espejo y tengo cuerpo de gato. Un ratón me rompe las bolas y yo intento comerlo o quizá atraparlo de alguna manera urgente. Él se me escapa y yo me chocó los objetos de la casa. La vieja me caga a escobasos y no le conozco la cara. Cansado estoy, quiero atrapar ese ratón aunque en realidad quiero volver a ser el que era, ese tal ser humano. Pero este ratón me perturba tanto que solo quiero atraparlo y ya. Luego un perro enorme me impide la deseosa captura y debo responderle como esclavo a su amo. Así me voy para adentro y de repente se corta la luz. Cuando vuelve la luz me encuentro como ser humano viendo dibujos animados por la televisión. A carcajadas sin parar.
Suena el teléfono a morir, tan violentamente a un volumen más alto de lo común. Corriendo a toda marcha decido atenderlo para parar ese ruido molesto. Al acercar el tubo al oído escucho un idioma desconocido, algo raro, con un poco de interferencia. Como si viniese de bien lejos, me hace llegar a pensar que quizá es de otro planeta, pues es una voz rara, con sonidos muy parecidos al humano, pero no lo son exactamente. Decido decir “hola” y eso hace que del otro lado se calle. Decido seguir hablando y nadie me contesta hasta que siento que me cortan. De repente me tocan el timbre a todo volumen, por lo que corriendo me acerco a atender la puerta, y al abrirla había un niño con la cara más inocente que he visto en mi vida con un planeta tierra en sus manos totalmente vivo. Al instante salen unas dulces y humildes palabras que hacen que el mundo entero se congele con hielo parando hasta las agujas de los relojes. Aquellas palabras fueron: “si, en fin, lejos de lejos, lejos de cerca, cerca de lejos, cerca de cerca”.
martes, 1 de diciembre de 2009
Tatuajes luminosos con LEDs
Científicos estadounidenses de la Universidad de Pensilvania, encabezados por el profesor de neurología y bioingeniería Brian Litt, están desarrollando tatuajes con LEDs que podrían convertir nuestra piel en una pantalla donde desplegar información. La tinta de estos tatuajes contiene pequeños chips de silicio del tamaño de un grano de arroz, con un grosor de 250 nanómetros y 1 milímetro de longitud. Los científicos sugieren aplicaciones médicas como el desarrollo de sensores de los niveles de azúcar en sangre que muestran sus “lecturas” en la propia piel de los pacientes diabéticos. La gran ventaja es que estos “circuitos tatuados” se mueven elásticamente con el cuerpo, algo que otros implantes rígidos no podrían hacer.
Para poder imprimir los tatuajes sobre la piel, los delgados componentes electrónicos de silicio se construyen sobre sustratos de seda. La seda se disuelve con el tiempo y los circuitos de silicio que deja atrás no causan irritación. De momento, el invento se ha utilizado en animales sin efectos adversos, según relataban los investigadores en el último número de la revista Applied Physics Letters.
De Muy_Int.
lunes, 30 de noviembre de 2009
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Una chamán de la selva amazónica en Olavarría
Llegó con sus plantas medicinales y cuenta cómo sobrevive su cultura en el Perú medio.
Llegó a la Argentina con sus plantas medicinales y decidió hacer escala en Olavarría. Tiene 48 años y hace 13 se convirtió en la primera mujer chamán de su clan familiar, en medio del Amazonas peruano. Sus creencias, su cosmovisión y la lucha por preservar cultura y costumbres de los Shipibo Conibo, la etnia de donde viene.
A orillas del Mar Argentino o frente a las aguas del Tapalqué, Elisa Vargas logra la misma conexión con la naturaleza que en medio de la selva amazónica peruana, su lugar en este mundo. Viene de la etnia Shipibo Conibo y es difícil imaginar que detrás de esa figura etérea está la primera mujer chamán del clan familiar al que pertenece. Llegó el 4 de noviembre a Olavarría para difundir lo que ha cultivado durante toda la vida y más allá de las jerarquías: el conocimiento ancestral de las propiedades curativas de las plantas, en una suerte de integración religiosa del ser humano con el ambiente. Curandera, hechicera, bruja, shamana, sanadora o, como ella misma lo define, dueña de "un poder especial con propiedades curativas para ayudar al que me necesite".
No se sienta en cualquier banco de la plaza. Busca uno donde haya sol y rescata el clima amigable del lunes. Es que viene de otro tiempo y espacio, tanto literal como espiritualmente, y se le nota. Vive en armonía con la Madre Tierra, a la que ama y cuida mediante cantos y, en ocasiones, a través de la contemplación, pero siempre desde la perspectiva de la magia interior.
Ahora, ¿qué hace esta chamán en medio de una selva de cemento? "Estoy haciendo mi viaje por curación de las plantas. La gente que se siente mal, estresada, con muchos problemas o enfermedades y las plantas que vienen de mis ancestros curan. Nos curan. Y los cinco sentidos que tenemos se nos abren, nos hace sentir bien y rejuvenecer nuestro espíritu", dice, revelando parte de la receta.
"Ayahuasca", añade con tono experto. Ese es el nombre de la planta que toma de su selva indígena, en la comunidad nativa de San Francisco, una zona tropical, cálida y muy lluviosa. Allí vive junto a 3 mil pobladores que buscan mantener la cultura a través de la artesanía, idioma, rituales, tradiciones y el uso de plantas medicinales.
Los shipibos conibos conservan las tradiciones de sus antepasados y no necesariamente por elección. "Con la economía estamos en baja. No tenemos trabajo, pero hacemos agricultura, pesca y caza", admite Elisa. También se dedican a la producción y venta cerámicas, telas pintadas, bordados, collares y pulseras.
El analfabetismo es muy preocupante. "Muchos chicos quieren estudiar, pero a veces no tenemos apoyo del Gobierno y estamos sufriendo bastante. Por eso trabajo con las plantas y las artesanías para hacer estudiar a mis hijos", que son seis.
Esta chamán siente que es una especie de guía espiritual y a la vez curandera, con una filosofía de vida totalmente diferente a la del mundo occidental y desde su cosmovisión asegura que puede hacer aportes. "Es muy diferente, sí", reconoce, con sonrisa amable. "Nosotros estamos fuertemente conectados con la naturaleza. Nuestros ancestros no sabían leer ni escribir, no tenían televisión ni teléfono, pero sí una fuerte conexión con plantas. Y la naturaleza. Sabiduría", sintetiza esta mujer peruana de 48 años.
La primera
Nació y creció en la Amazonia y a la par de bisabuelos, padres y tíos curanderos encontró su vocación y decidió transitar un camino sólo apto para hombres. "Antes no trabajaban las mujeres y a mí me costó bastante", dice, con 13 años de experiencia en el "cargo".
¿Siente que nació para ser chamán? "Nunca lo pensé de señorita, pero siempre me gustó lo que hacían mis antepasados y participaba de las ceremonias. Siento que tengo un poder especial y fui la primera mujer en la familia", observa, orgullosa de que una de sus hijas le siga los pasos.
"Estoy ayudando a mucha gente, a personas que necesitan curarse", dice, como vocera de la medicina tradicional amazónica. Y va más lejos al sostener que las plantas "a veces curan los cánceres o los problemas de adicciones". Y se pone como ejemplo, por haber superado una enfermedad de la vesícula que hasta sorprendió a los médicos "blancos" consultados.
"Es un servicio que presto", plantea con sencillez, dispuesta a "ayudar a curar, a poner todo de mi parte cuando alguien está mal. Curamos lo que los médicos científicos no curan, espiritualmente, y las plantas nos ayudan. El espíritu sano es parte de la medicina".
A su "consultorio" ambulante llegan todo tipo de pacientes. "Grandes, chicos, abuelos, y la gente cambia. Hay adultos que están con rabia, muy acelerados, que no viven bien o tienen miedo. Toman la planta y se ayudan con los cantos y se van contagiando de alegría, espiritualmente".
No conocía la Argentina y "estoy contentísima con este viaje" que tuvo a Mar del plata como punto de partida, hizo escala en Olavarría y cerrará a partir de hoy en las sierras cordobesas.
"Acá muchos amigos he conocido, recibí mucho amor y cariño. Eso es lindo", dispuesta a seguir luchando para que su etnia no se pierda. "Me gusta mucho mi cultura, mi vestimenta y mis cantos, que curan. Siento que he salvado muchas vidas, ayudando todo lo que he podido", confiesa finalmente esta chamán que por momentos abandona su larga túnica amazónica para integrarse a la vida occidental y conocer otros mundos paralelos, muy diferentes al suyo, antes de "volverme a la selva otra vez, mi lugar".
martes, 17 de noviembre de 2009
Fumando por la ventana del mundo.
Manzanilla ando viendo yo, sintiendo olores de acordes viejos. Y andar debajo de la luna y me pongo al revés. Yo dejo que el aire me lleve y me lleve y me deje a tus pies. Dejando fluir mis hormonas, noche linda, dulce canción.
Que cursi suena mi voz, es que cuando te veo se me acobijan los huevos de toro, de toro no tengo nada. Y el tiempo es tiempo muerto cuando no estás. A mover esas piernas y a saltar sobre charcos secos. Que retumbe la tierra sagrada. Volvamos, volvamos!
Y ya falta poco, poco el quilombo que se va armar! y el mundo se envuelve en palabras de fuerte agobio. Este sol que me encuentra frente al espejo, por que cuando abro los ojos ya no estaré sin tí lejos de mí. Despierto y sin dormir, por sufrir, lejos de tí!.
Sol de invierno que me acorrala y me penetra. Es una ruta que me rompe la boca de sed y fiebre. Este río de culpas sin Dios me lleva, frío al cielo remando sin mar, con luces de bosques y claves de sol, son voces de invierno, pero me resguardo en el rol de mi ser. Tumbate, tumbate, tus ojos en el río y el mar.
El cambio climático global dificulta la evolución de las especies
El clima global se está alterando como resultado del aumento de la concentración de gases invernadero (dióxido de carbono, metano, clorofluorocarbonos,…) y de la desaparición de la capa de ozono. “Es más adecuado llamarlo cambio global que cambio climático, porque este término engloba la suma de las causas naturales y causas antropogénicas” explicaba María Segovia, investigadora del Departamento de Ecología de la Universidad de Málaga, que ayer impartió una conferencia titulada Un viaje por los océanos para comprender el cambio climático en el marco del ciclo anual “Encuentros con la ciencia”.
Y es que, cuando se habla de cambios en el clima global, es imprescindible mirar a los océanos. En primer lugar porque un desequilibrio en la dinámica de las corrientes oceánicas debido al efecto invernadero podría tener consecuencias nefastas para el planeta y provocar una nueva era glacial. Y en segundo lugar por el estrés que sufre el fitoplancton marino (las algas microscópicas unicelulares del océano) como resultado del cambio global.
“El fitoplancton ha jugado y juega un papel fundamental en el sistema climático terrestre a través de las eras geológicas”, puntualiza la investigadora, que nos recuerda que estas pequeñas criaturas son muy eficaces retirando el dióxido de carbono de la atmósfera y las capas superficiales del océano hacia el fondo marino, donde el gas permanece secuestrado hasta que las corrientes lo devuelven a la superficie cientos de años después. Sin embargo, son seres extremadamente sensibles a la temperatura del océano y a la radiación ultravioleta. “Si todo el fitoplancton del planeta pereciese hoy, la concentración de CO2 en la atmósfera incrementaría un 35% (200 ppm) en cuestión de pocos siglos”, advierte María Segovia.
Las consecuencias si no se logra frenar el cambio global podrían ser nefastas. “Aquellos organismos que no se adapten se extinguirán; en el escenario actual se produce un cambio tan rápido que las especies no tiene la oportunidad de adaptarse”, comenta Segovia. Si el padre de las teorías de la evolución, Charles Darwin, levantase la cabeza hoy vería “que en la actualidad se extinguen unas 30.000 especies al año, que anualmente se pierden 200.000 kilómetros cuadrados de bosque, y que las selvas tropicales que tanto admiraba quedarán reducidas a una pequeña mancha en el año 2050”, subraya la investigadora malagueña. Además, probablemente le sorprenderían el aumento del nivel del mar, el clima inusual (tormentas, sequías e inundaciones), la sobrepesca, el turismo, la introducción de especies foráneas y la muerte masiva de los arrecifes de coral.
“En el año 1600 los seres humanos eran 500 millones, en el 2050 habrá 10.000 millones”, recuerda Segovia. “En la actualidad se consume el 40% de la producción primaria neta del planeta, es decir casi la mitad de la energía disponible para mantener a todas las especies; simplemente, esta situación no es sostenible”, concluye.
De MuyInt.
jueves, 12 de noviembre de 2009
La crónica de un viaje psicodélico.
Cuando ya era un psiquiatra exitoso, Carl Jung se perdió en la niebla de su propia mente: visiones y voces lo acosaban. Registró esa crisis durante 16 años en un texto secreto. Celosamente silenciado por décadas, el Libro rojo acaba de editarse en inglés, como "la obra inédita más influyente en la historia de la psicología".
Por: Sara Corbett
CARL JUNG, 1961. El fundador de la psicología analítica en Zurich, poco tiempo antes de morir. Al recordar su crisis, un “cara a cara con el inconsciente”, lo comparaba con un experimento con mezcalina.
Esta es la historia de un libro de casi cien años de antigüedad, encuadernado en cuero rojo y que ha pasado el último cuarto de siglo guardado en la bóveda de un banco suizo. El libro es grande y pesado y su lomo tiene grabadas letras doradas que dicen Liber Novus, que en latín significa Libro nuevo. Sus páginas son de un grueso pergamino color crema y están llenas de pinturas de criaturas de otro mundo y diálogos manuscritos con dioses y demonios. Si uno no conociera el origen del libro, lo podría confundir con un volumen medieval.
Y, sin embargo, entre las pesadas tapas del libro, se desarrolla una historia muy moderna. Es la que sigue: El hombre llega a la mediana edad y pierde el alma. El hombre sale en busca de su alma. Tras un sinnúmero de didácticas penurias y aventuras –que tienen lugar en su cabeza– vuelve a encontrarla. Algunos opinan que nadie debería leer el libro y otros que deberían leerlo todos. La verdad es que nadie lo sabe. La mayor parte de lo que se ha dicho del libro –qué es, qué significa– es producto de conjeturas, porque, desde el momento en que se lo comenzó en 1914 en un pueblito suizo, sólo unas dos docenas de personas han logrado leerlo o echarle una ojeada. De los que lo vieron, al menos una persona, una inglesa culta a quien se le permitió leer parte del libro en los años 20, consideró que contenía una sabiduría infinita –"En mi país, hay personas que lo leerían de cabo a rabo sin detenerse a respirar", escribió–, mientras que otra, una figura literaria muy conocida que le dio un vistazo poco después, lo halló fascinante e inquietante y llegó a la conclusión de que era obra de un psicótico. Por eso, durante casi todo el siglo pasado, pese al hecho de que se lo consideraba una obra crucial de uno de los grandes pensadores de la época, el libro existió sólo como un rumor, arrebujado en la maraña de su propia leyenda, venerado y visto como un enigma.
Es por eso que una noche lluviosa de noviembre de 2007 tomé un vuelo en Boston y cabalgué sobre las nubes hasta despertarme en Zurich y llegar a la salida del aeropuerto a la hora aproximada en que abría la casa central del Union Bank of Switzerland. En aquel momento, se estaba produciendo un cambio: el libro, que había pasado los últimos 23 años en una caja de seguridad de la bóveda subterránea del banco, estaba siendo envuelto en una tela negra y colocado en el interior acolchado de un discreto maletín con ruedas. Pasó rodando frente a los guardias hasta salir al sol y al aire diáfano y frío, donde se lo cargó en un auto que velozmente se lo llevó.
Sé que esto parece el comienzo de una novela de espías o una película sobre el robo a un banco, pero en realidad es un relato sobre el genio y la locura, sobre la posesión y la obsesión, en el que un objeto –este viejo y extraño libro– deambula entre todo eso: el Libro rojo secreto de Carl Jung –escaneado, traducido al inglés y anotado– está disponible desde este mes, publicado por W. W. Norton y promocionado como "la obra inédita más influyente en la historia de la psicología".
Descenso al infierno
Carl Jung fundó el campo de la psicología analítica y, junto con Sigmund Freud, fue responsable de popularizar la idea de que la vida interior de una persona merecía no sólo atención sino una esmerada exploración, concepto que desde entonces ha llevado a millones de personas a la psicoterapia. Freud, que comenzó como maestro de Jung y luego se convirtió en su rival, veía a la mente inconsciente como un depósito de deseos reprimidos, que luego podían ser codificados, caracterizados como patológicos y tratados. Con el tiempo, Jung llegó a ver la psiquis como un lugar intrínsecamente espiritual y fluido, un océano donde se podía pescar en busca de iluminación y cura.
Lo haya querido o no, hoy día Jung –que se consideraba un científico– es recordado más como ícono contracultural, como defensor de la espiritualidad fuera de la religión y un adalid de los soñadores y los buscadores, lo cual le ha valido tanto el respeto como el ridículo póstumos. Las ideas de Jung sentaron las bases del conocido test de personalidad de Myers-Briggs e influyeron en la creación de Alcohólicos Anónimos. Sus dogmas fundamentales –la existencia de un inconsciente colectivo y el poder de los arquetipos– se han filtrado en el pensamiento New Age, pero permanecen en los márgenes de la psicología tradicional.
Jung pronto se vio enfrentado no sólo a Freud sino también a la mayoría de los que se dedicaban a su especialidad, los psiquiatras que constituían la cultura dominante en esa época y hablaban el idioma clínico de los síntomas y los diagnósticos tras los cerrojos de los pabellones para enfermos mentales. La separación no fue fácil. Cuando sus convicciones empezaban a cristalizarse, Jung, que en aquel momento era un hombre exteriormente exitoso y ambicioso con una joven familia, un próspero consultorio privado y una elegante casona junto al lago Zurich, sintió que su mente comenzaba a vacilar y tambalearse, hasta que finalmente cayó en una crisis que cambiaría su vida.
Lo que a continuación le ocurrió a Carl Jung ha dado lugar, entre los jungianos y otros estudiosos, a perdurables leyendas y controversias. Se lo ha interpretado como una enfermedad creativa, un descenso a los infiernos, un ataque de locura, una autodeificación narcisista, una trascendencia, una crisis de la mediana edad y una perturbación interior que reflejaba el cataclismo de la Primera Guerra Mundial. Sea como fuere, en 1913, Jung, que entonces tenía 38 años, se perdió en la niebla de su propia mente. Lo acosaban perturbadoras visiones y oía voces interiores. Ante el horror de lo que veía, por momentos temía estar "amenazado por una psicosis" o "haciendo una esquizofrenia", según sus propias palabras.
Más tarde compararía este período de su vida –este "cara a cara con el inconsciente", como lo llamaba– con un experimento con mezcalina. Decía que las visiones le llegaban como un "río incesante", que eran como piedras que le caían en la cabeza, como una tormenta eléctrica, como lava fundida. "Muchas veces tuve que tomarme de la mesa", recordaba, "para no caerme a pedazos".
Como psiquiatra y alguien con una veta decididamente rebelde, trató de derribar el muro que separaba su yo racional de su psiquis. Durante seis años, Jung se esforzó por impedir que su mente consciente bloqueara lo que quería mostrarle su inconsciente. Entre las consultas con sus pacientes, después de cenar con su mujer y sus hijos, cada vez que tenía una hora o dos, Jung se sentaba en el escritorio tapizado de libros del segundo piso de su casa e inducía las alucinaciones –que él llamaba "imaginaciones activas". "Para comprender las fantasías que se agitaban en mí 'subterráneamente'", escribió Jung más tarde en su libro Recuerdos, sueños, reflexiones, "sabía que tenía que zambullirme de cabeza en ellas". Se descubrió en un lugar liminal, tan lleno de riqueza creativa como de posibilidades de destrucción, que, según creía, era la misma zona fronteriza que transitaban los locos y los grandes artistas.
Jung lo registró todo. Primero tomó notas en una serie de pequeños diarios negros y luego interpretó y analizó sus fantasías y las escribió con un tono majestuoso y profético en el librote de cuero rojo. Este detallaba un viaje desenfadadamente psicodélico a través de su propia mente, una progresión vagamente homérica de encuentros con seres extraños en un paisaje de ensueño curioso y cambiante. Escribiendo en alemán, llenó 205 páginas con cuidada caligrafía y pinturas de ricos colores y sorprendente detalle.
Lo que Jung escribió no pertenecía a su anterior canon de ensayos desapasionados y académicos sobre psiquiatría. Ni tampoco era un diario hecho y derecho. El libro era una especie de moralidad fantasmagórica, surgida del deseo de Jung no sólo de trazar un mapa del manglar de su mundo interior sino también de traer consigo sus riquezas. Fue esto último –la idea de que una persona podía oscilar provechosamente entre los polos de lo racional y lo irracional, la luz y la oscuridad, lo consciente y lo inconsciente– lo que constituyó el germen de su obra posterior y de lo que llegaría a ser la psicología analítica.
El libro cuenta la historia de cómo Jung trató de enfrentar los demonios que surgían de las sombras. Los resultados son humillantes y a veces desagradables. En él, Jung recorre la tierra de los muertos, se enamora de una mujer que luego resulta ser su hermana, es aprisionado por una serpiente gigantesca y, en un aterrador momento, devora el hígado de un niño. ("Trago con desesperados esfuerzos –es imposible– una y otra vez... casi me desmayo... ya está".) En determinado momento, hasta el demonio dice que Jung es aborrecible.
Trabajó en Libro rojo de manera intermitente unos 16 años, hasta mucho después de superada su crisis personal, pero nunca logró terminarlo. Se impacientaba pensando qué hacer con él y preguntándose si debía publicarlo o guardarlo en un cajón. Pero respecto de la importancia de lo que contenía el libro, Jung no tenía dudas. "Toda mi obra, toda mi actividad creativa", recordaría después, "proviene de esas primeras fantasías y sueños".
Cuando Jung murió en 1961, no dejó instrucciones específicas sobre qué hacer con él. Su hijo Franz, arquitecto, el tercero de sus cinco vástagos, se hizo cargo de la administración de la casa y decidió dejar el libro donde estaba. Más tarde, en 1984, la familia lo trasladó al banco. Cada vez que alguien pidió ver el Libro rojo, los familiares dijeron, sin titubear y a veces sin decoro, que no. El libro era privado, afirmaban, una obra estrictamente personal.
Sonu Shamdasani, un historiador residente en Londres, se acercó a la familia con una propuesta de editar y publicar el Libro rojo en 1997, momento que resultó oportuno. Franz Jung acababa de morir y la familia estaba golpeada y aturdida por la publicación de dos libros controvertidos y muy comentados escritos por un psicólogo estadounidense llamado Richard Noll, quien planteaba que Jung era el profeta autoproclamado y mujeriego de una secta aria de culto al sol y que varias de sus principales ideas habían sido plagiadas o se basaban en falsas investigaciones. Shamdasani se presentó con la moneda de cambio indicada: dos borradores parciales (sin ilustraciones) del Libro rojo escritos a máquina que había descubierto en otra parte. Uno descansaba en la biblioteca de una casa del sur de Suiza, hogar de la anciana hija de una mujer que había trabajado para Jung como transcriptora y traductora. Halló el segundo en la Biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale. El hecho de que fueran copias parciales del Libro rojo significaba dos cosas: una, que Jung lo había entregado al menos a algunos amigos; y dos, que el libro, considerado confidencial e inaccesible durante tanto tiempo, en realidad no era inhallable. El fantasma de Richard Noll y de todos los que quisieran ensuciar el nombre de Jung citando selectivamente pasajes del libro se perfiló en el horizonte. Con o sin la bendición de la familia, el Libro rojo se haría público en poco tiempo, "probablemente", escribió inauspicioso Shamdasani en un informe a la familia, "de manera sensacionalista". Durante dos años, Shamdasani fue y vino de Zurich, tratando de convencer a los herederos de Jung. Tuvo almuerzos, tomó café y dio una conferencia. Finalmente, luego de tensas deliberaciones en el seno de la familia, Shamdasani recibió un pequeño sueldo y una copia en color del original del libro y la autorización para comenzar a prepararlo para su publicación, aunque debió firmar un estricto acuerdo de confidencialidad. Después de vivir prácticamente a solas con el libro durante casi una década, Shamdasani –amante del buen vino y las complejidades del jazz– ahora tiene el aspecto ligeramente azorado de alguien que acaba de encontrar la salida de un enorme laberinto. Cuando lo fui a ver este verano, estaba agregando al Libro rojo la nota al pie número 1.051. "Es el reactor nuclear de todas sus obras", dijo Shamdasani y destacó que los conceptos más difundidos de Jung –entre otros, su creencia en que la humanidad comparte un caudal de sabiduría antigua que denominó inconsciente colectivo y la idea de que las personalidades tienen componentes tanto masculinos como femeninos (animus y anima)– hunden sus raíces en el Libro rojo. La creación del libro también llevó a Jung a reformular la forma en que trabajaba con sus pacientes, como testimonia una referencia que Shamdasani encontró en el libro autopublicado escrito por una ex paciente, en la que esta recuerda el consejo que le dio Jung para procesar lo que se desarrollaba en las zonas más profundas y a veces aterradoras de su mente.
Después de escaneado, el libro regresó a su bóveda del banco, pero volverá a trasladarse, esta vez a Nueva York, acompañado por un grupo de descendientes de Jung. En los próximos meses se expondrá en el Museo de Arte Rubin.
En el Libro rojo, luego de que el alma lo exhorta a aceptar la locura, Jung todavía tiene dudas. De pronto, como ocurre en los sueños, el alma se convierte en un "profesor pequeño y gordo", que manifiesta una especie de preocupación paternal por Jung.
Jung le dice: "Yo también creo que me he perdido por completo. ¿Verdaderamente estoy loco? Todo es terriblemente confuso".
El profesor responde: "Ten paciencia, todo saldrá bien. De todos modos, duerme bien".
© The New York Times y ClarIn, 2009. Traducción de Elisa Carnelli. o clic aquí
martes, 10 de noviembre de 2009
Descubren medio centenar de murales mayas
Un equipo de científicos ha encontrado en México una gran pirámide pintada a todo color que recoge 46 escenas cotidianas de la vida de los mayas.
La pirámide, que mide unos 11 metros de ancho y tiene tres pisos, fue descubierta en Calakmul, en el complejo de Chiik Nahb, un centro arquitectónico donde se cree había 68 edificaciones. Los restos de cerámica hallados en el sitio sugieren que la construcción de la pirámide pintada -la estructura más alta del complejo- comenzó entre el año 420 y el 620.
Según explican los científicos en la revista PNAS, en la estructura se llevaron a cabo siete remodelaciones, pero fue en la tercera donde los constructores mayas comenzaron "un programa de murales exteriores", una práctica poco común en esa zona. Las pinturas de estos murales muestran a grupos de hombres, mujeres y niños comprometidos a diversas actividades. Sus vestimentas varían desde los simples taparrabos y adornos de la cabeza hasta vestidos más elaborados decorados con diseños de tejidos de colores. Los arqueólogos sospechan que estas distinciones en el vestido quizás reflejan las distintas clases sociales de los individuos.
Entre las escenas representadas aparecen personas preparando y repartiendo comida junto a individuos que la consumen. Otros personajes se representan caminando o moviéndose, algunos con grandes vasijas o cargamentos amarrados al cuerpo. Además, los jeroglíficos que acompañan a estas escenas ofrecen datos para interpretarlas, a modo de leyendas o "pie de foto", con el nombre de un alimento o material particular o el tipo de persona que representan.
Los murales están siendo sometidos en estos momentos a un proceso de limpieza y conservación, mientras expertos de la Universidad de Florencia, en Italia, analizan los pigmentos y técnicas que los mayas utilizaron para su elaboración
lunes, 9 de noviembre de 2009
Carta al seis mil millonésimo ciudadano del mundo
El escritor británico Salman Rushdie, condenado en 1989 en Irán, dirige esta reflexión al habitante del mundo que acaba de nacer. Le advierte que las "historias" de la religión le agradarán, pero a poco descubrirá que se le exigirá que viva sometido a sus leyes e iniquidades. De este modo, inicia una crítica laica a la fe.
GUERRAS SANTAS. Militantes de Hamas en Líbano, en 2001. "Convierten sus cuerpos en bombas de Dios", dice el escritor perseguido.
Querida pequeña persona viva número seis mil millones: Como miembro más reciente de una especie sabidamente inquisitiva, es probable que no tardes mucho en empezar a hacerte las dos preguntas de los sesenta y cuatro mil dólares con las que los otros 5.999.999.999 humanos venimos lidiando desde hace tiempo: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Y ahora que estamos aquí, ¿cómo vamos a vivir?
Curiosamente –como si no nos bastara con seis mil millones de congéneres–, casi con toda seguridad te insinuarán que para encontrar respuesta a la pregunta del origen es necesario que creas en la existencia de un Ser más, invisible, inefable, presente "en algún sitio por ahí arriba", un creador omnipotente a quien nosotros, pobres criaturas limitadas, somos incapaces siquiera de percibir, y menos aún de comprender. Es decir, te alentarán con insistencia a imaginar un cielo con al menos un dios residente. Este dios-cielo, dicen, creó el universo revolviendo su materia en una olla gigante. O bailó. O vomitó la Creación de sus propias entrañas. O simplemente pronunció unas palabras para darle existencia y, ¡zas!, existió.
En algunas de las historias de la creación más interesantes, el dios-cielo único y poderoso se subdivide en muchas fuerzas menores: deidades subalternas, avatares, "ancestros" metamórficos gigantescos cuyas aventuras crean el paisaje, o los panteones caprichosos, arbitrarios, entrometidos y crueles de los grandes politeísmos, cuyas desaforadas hazañas te convencerán de que el motor verdadero de la creación fue el anhelo: de poder infinito, de cuerpos humanos que se rompen con excesiva facilidad, de nubes de gloria. Pero justo es añadir que hay asimismo historias que transmiten el mensaje de que el impulso creador primigenio fue, y es, el amor.
Muchas de estas historias se te antojarán sumamente hermosas y, por tanto, seductoras. Ahora bien, por desgracia, no te exigirán una respuesta a ellas puramente literaria. Sólo las historias de religiones "muertas" pueden valorarse por su belleza. Las religiones vivas te exigen mucho más. Te dirán, pues, que la fe en "tus" historias y la adhesión a los rituales de veneración que se han desarrollado en torno a ellas deben convertirse en parte esencial de tu vida en este mundo abarrotado de gente. Las llamarán el corazón de tu cultura, incluso de tu identidad individual. Puede que en algún punto las sientas como algo de lo que es imposible escapar, imposible escapar no como de la verdad, sino como de la cárcel. Acaso en algún punto dejen de parecerte textos en los que unos seres humanos han intentado resolver un gran misterio y te parezcan, en cambio, los pretextos para que otros seres humanos debidamente ungidos te den órdenes. Es cierto que la historia humana está llena de esa opresión pública forjada por los aurigas de los dioses. En opinión de las personas religiosas, no obstante, el consuelo íntimo que procura la religión compensa con creces el mal obrado en su nombre.
A medida que ha aumentado el conocimiento humano, ha quedado claro asimismo que toda narración religiosa sobre cómo llegamos aquí está totalmente equivocada. En última instancia, esto es lo que tienen en común todas las religiones: no acertaron. No hubo revoltillo celestial, ni danza del hacedor, ni vómito de galaxias, ni antepasados canguros o serpientes, ni Valhalla, ni Olimpo, ni un truco mágico de seis días seguido de un día de descanso. Todo mal, mal, mal. Pero en este punto nos encontramos algo realmente extraño. El error de los relatos sagrados no ha mermado el fanatismo del devoto. Es más, el simple delirio inconexo de la religión conduce al religioso a insistir de manera cada vez más estridente en la importancia de la fe ciega.
De resultas de esta fe, dicho sea de paso, en muchas partes del mundo ha sido imposible impedir el alarmante crecimiento del número de seres humanos. Culpemos de la superpoblación del planeta, por lo menos en parte, al deplorable sentido de la orientación de los guías espirituales de la especie. En tu propio tiempo de vida, bien puede ocurrir que seas testigo de la llegada del nueve mil millonésimo ciudadano del mundo. Si eres indio (y tienes una entre seis posibilidades de serlo), aún estarás vivo cuando, gracias al fracaso de la planificación familiar en ese país pobre y dejado de la mano de Dios, su población supere a la china. Y si como resultado de las restricciones religiosas sobre el control de la natalidad nacen demasiadas personas, también morirán demasiadas personas, porque la cultura religiosa, negándose a afrontar las realidades de la sexualidad humana, también se niega a luchar contra la propagación de enfermedades de transmisión sexual.
Hay quienes dicen que las grandes guerras del nuevo siglo volverán a ser guerras religiosas, yihads y cruzadas, como en la Edad Media. Aunque, desde hace ya años, suenan en el aire los gritos de guerra de los fieles mientras convierten sus cuerpos en bombas de Dios, y también los alaridos de sus víctimas, me he resistido a creer en esta teoría, o al menos en el sentido que le da la mayoría.
Llevo tiempo afirmando que la teoría del "choque de las civilizaciones" de Samuel Huntington es una simplificación excesiva: que la mayoría de los musulmanes no tienen el menor interés en participar en guerras religiosas, que las divisiones en el mundo musulmán son tan profundas como sus elementos comunes (si te cabe alguna duda de que esto es así echa una ojeada al conflicto suní-chií en Irak). Apenas puede encontrarse nada que se parezca a un objetivo islámico común. Incluso cuando la OTAN no islámica libró una guerra a favor de los albaneses kosovares musulmanes, el mundo musulmán fue remiso a la hora de ofrecer la muy necesaria ayuda humanitaria.
Las auténticas guerras religiosas son las guerras que las religiones desatan contra ciudadanos corrientes dentro de su "esfera de influencia". Son guerras de los píos contra los prácticamente indefensos: los fundamentalistas estadounidenses contra los médicos partidarios de la libre elección, los mulás iraníes contra la minoría judía de su país, los talibanes contra el pueblo afgano, los fundamentalistas hindúes de Bombay contra los musulmanes cada vez más asustados de la ciudad.
Y las auténticas guerras religiosas son asimismo las guerras que las religiones desatan contra los no creyentes, cuya intolerable incredulidad se recalifica como delito, como razón suficiente para su erradicación.
Pero con el paso del tiempo me he visto obligado a reconocer una cruda realidad: que la masa de los llamados musulmanes corrientes parece haberse dejado embaucar por las fantasías paranoicas de los extremistas y parece dedicar una mayor parte de su energía a la movilización contra caricaturistas, novelistas o el Papa, que a condenar, privar de derechos civiles y expulsar a los asesinos fascistas que habitan entre ellos. Si esta mayoría silenciosa permite que se libre una guerra en su nombre, se convertirá finalmente en cómplice de esa guerra.
Por tanto, quizá sí se ha iniciado, al fin y al cabo, una guerra religiosa, porque está permitiéndose a los peores de nosotros dictar las prioridades de los demás, y porque los fanáticos, que no se andan con chiquitas, no encuentran oposición suficiente entre "su propio pueblo".
Y si eso es así, los vencedores de dicha guerra no deben ser los estrechos de miras que, como siempre, marchan a la batalla con Dios de su lado. Elegir la incredulidad es elegir el espíritu sobre el dogma, confiar en nuestra humanidad y no en todas esas peligrosas divinidades. Así pues, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? No busques la respuesta en las narraciones "sagradas". Puede que el imperfecto conocimiento humano sea un camino lleno de baches y hoyos, pero es el único camino a la sabiduría digno de seguirse. Virgilio, que creía que el apicultor Aristeo podía generar espontáneamente abejas nuevas a partir de una vaca muerta en descomposición, estaba más cerca de la verdad sobre el origen que todos los libros venerados de la Antigüedad. Las sabidurías ancestrales son tonterías modernas. Vive en tu tiempo, utiliza lo que sabemos, y cuando crezcas, quizá la especie humana haya crecido por fin contigo.
Como dice la canción: "Es fácil si lo intentas".
En cuanto a la moralidad, la segunda gran pregunta –¿cómo vivir?, ¿cuál es la actuación correcta y cuál la incorrecta?– se reduce a tu predisposición a pensar por ti mismo. Sólo tú puedes decidir si quieres que la ley te sea entregada por sacerdotes y aceptar que el bien y el mal son cosas de algún modo externas a nosotros. A mi juicio, la religión, incluso en su forma más elaborada, en esencia infantiliza nuestra identidad ética estableciendo árbitros infalibles de la moral y tentadores irredimi-blemente inmorales por encima de nosotros: los padres eternos, el bien y el mal, la luz y las tinieblas, el reino sobrenatural.
¿Cómo, pues, vamos a tomar decisiones éticas sin un reglamento divino o un juez? ¿Es acaso la incredulidad el primer paso en la larga caída hacia la muerte cerebral del relativismo cultural, conforme al que muchas cosas insoportables –la circuncisión femenina, por citar sólo un caso– pueden disculparse por motivos culturalmente específicos, y la universalidad de los derechos humanos puede también pasarse por alto? (Esta última muestra de negación moral encuentra partidarios en algunos de los regímenes más autoritarios del mundo, y también, inquietantemente, en las páginas de opinión del Daily Telegraph.)
Bien, pues no lo es, pero las razones para dar esta respuesta no están claramente definidas. Sólo una ideología de línea dura está claramente definida. La libertad, que es la palabra que empleo para la posición ética secular, es inevitablemente más confusa. Sí, la libertad es ese espacio donde puede reinar la contradicción; es un debate interminable. No es en sí misma la respuesta a la pregunta de la moralidad, sino la conversación sobre esa pregunta.
Y es mucho más que simple relativismo, porque no es simplemente una tertulia interminable, sino un lugar donde se toman decisiones, se definen y defienden valores. La libertad intelectual, en la historia europea, ha representado sobre todo libertad respecto a las restricciones de la Iglesia, no del Estado. Esta es la batalla que libró Voltaire, y es también lo que nosotros, los seis mil millones, podríamos hacer por nosotros mismos, la revolución en la que cada uno de nosotros podría desempeñar nuestro pequeño papel, una seis mil millonésima parte del total. De una vez por todas, podríamos negarnos a permitir que los sacerdotes, y las ficciones en cuyo nombre afirman hablar, sean la policía de nuestras libertades y nuestro comportamiento. De una vez por todas, podríamos devolver las historias a los libros, devolver los libros a las estanterías y ver el mundo sin dogmas y en toda su sencillez. Imagina que el cielo no existe, mi querido seis mil millonésimo, y de inmediato no habrá más límite que el cielo.
De RevistaÑ