miércoles, 18 de noviembre de 2009

Una chamán de la selva amazónica en Olavarría

Llegó con sus plantas medicinales y cuenta cómo sobrevive su cultura en el Perú medio.

Llegó a la Argentina con sus plantas medicinales y decidió hacer escala en Olavarría. Tiene 48 años y hace 13 se convirtió en la primera mujer chamán de su clan familiar, en medio del Amazonas peruano. Sus creencias, su cosmovisión y la lucha por preservar cultura y costumbres de los Shipibo Conibo, la etnia de donde viene.

A orillas del Mar Argentino o frente a las aguas del Tapalqué, Elisa Vargas logra la misma conexión con la naturaleza que en medio de la selva amazónica peruana, su lugar en este mundo. Viene de la etnia Shipibo Conibo y es difícil imaginar que detrás de esa figura etérea está la primera mujer chamán del clan familiar al que pertenece. Llegó el 4 de noviembre a Olavarría para difundir lo que ha cultivado durante toda la vida y más allá de las jerarquías: el conocimiento ancestral de las propiedades curativas de las plantas, en una suerte de integración religiosa del ser humano con el ambiente. Curandera, hechicera, bruja, shamana, sanadora o, como ella misma lo define, dueña de "un poder especial con propiedades curativas para ayudar al que me necesite".

No se sienta en cualquier banco de la plaza. Busca uno donde haya sol y rescata el clima amigable del lunes. Es que viene de otro tiempo y espacio, tanto literal como espiritualmente, y se le nota. Vive en armonía con la Madre Tierra, a la que ama y cuida mediante cantos y, en ocasiones, a través de la contemplación, pero siempre desde la perspectiva de la magia interior.

Ahora, ¿qué hace esta chamán en medio de una selva de cemento? "Estoy haciendo mi viaje por curación de las plantas. La gente que se siente mal, estresada, con muchos problemas o enfermedades y las plantas que vienen de mis ancestros curan. Nos curan. Y los cinco sentidos que tenemos se nos abren, nos hace sentir bien y rejuvenecer nuestro espíritu", dice, revelando parte de la receta.

"Ayahuasca", añade con tono experto. Ese es el nombre de la planta que toma de su selva indígena, en la comunidad nativa de San Francisco, una zona tropical, cálida y muy lluviosa. Allí vive junto a 3 mil pobladores que buscan mantener la cultura a través de la artesanía, idioma, rituales, tradiciones y el uso de plantas medicinales.

Los shipibos conibos conservan las tradiciones de sus antepasados y no necesariamente por elección. "Con la economía estamos en baja. No tenemos trabajo, pero hacemos agricultura, pesca y caza", admite Elisa. También se dedican a la producción y venta cerámicas, telas pintadas, bordados, collares y pulseras.

El analfabetismo es muy preocupante. "Muchos chicos quieren estudiar, pero a veces no tenemos apoyo del Gobierno y estamos sufriendo bastante. Por eso trabajo con las plantas y las artesanías para hacer estudiar a mis hijos", que son seis.

Esta chamán siente que es una especie de guía espiritual y a la vez curandera, con una filosofía de vida totalmente diferente a la del mundo occidental y desde su cosmovisión asegura que puede hacer aportes. "Es muy diferente, sí", reconoce, con sonrisa amable. "Nosotros estamos fuertemente conectados con la naturaleza. Nuestros ancestros no sabían leer ni escribir, no tenían televisión ni teléfono, pero sí una fuerte conexión con plantas. Y la naturaleza. Sabiduría", sintetiza esta mujer peruana de 48 años.

La primera

Nació y creció en la Amazonia y a la par de bisabuelos, padres y tíos curanderos encontró su vocación y decidió transitar un camino sólo apto para hombres. "Antes no trabajaban las mujeres y a mí me costó bastante", dice, con 13 años de experiencia en el "cargo".

¿Siente que nació para ser chamán? "Nunca lo pensé de señorita, pero siempre me gustó lo que hacían mis antepasados y participaba de las ceremonias. Siento que tengo un poder especial y fui la primera mujer en la familia", observa, orgullosa de que una de sus hijas le siga los pasos.

"Estoy ayudando a mucha gente, a personas que necesitan curarse", dice, como vocera de la medicina tradicional amazónica. Y va más lejos al sostener que las plantas "a veces curan los cánceres o los problemas de adicciones". Y se pone como ejemplo, por haber superado una enfermedad de la vesícula que hasta sorprendió a los médicos "blancos" consultados.

"Es un servicio que presto", plantea con sencillez, dispuesta a "ayudar a curar, a poner todo de mi parte cuando alguien está mal. Curamos lo que los médicos científicos no curan, espiritualmente, y las plantas nos ayudan. El espíritu sano es parte de la medicina".

A su "consultorio" ambulante llegan todo tipo de pacientes. "Grandes, chicos, abuelos, y la gente cambia. Hay adultos que están con rabia, muy acelerados, que no viven bien o tienen miedo. Toman la planta y se ayudan con los cantos y se van contagiando de alegría, espiritualmente".

No conocía la Argentina y "estoy contentísima con este viaje" que tuvo a Mar del plata como punto de partida, hizo escala en Olavarría y cerrará a partir de hoy en las sierras cordobesas.

"Acá muchos amigos he conocido, recibí mucho amor y cariño. Eso es lindo", dispuesta a seguir luchando para que su etnia no se pierda. "Me gusta mucho mi cultura, mi vestimenta y mis cantos, que curan. Siento que he salvado muchas vidas, ayudando todo lo que he podido", confiesa finalmente esta chamán que por momentos abandona su larga túnica amazónica para integrarse a la vida occidental y conocer otros mundos paralelos, muy diferentes al suyo, antes de "volverme a la selva otra vez, mi lugar".

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