Por Oscar Martínez.
"Creo en el amor como la experiencia màs maravillosa de la existencia, como generador de toda clase de alegrìas. Y en el amor correspondido, como la felicidad misma.Pero no fuì educado para èl, ni para la felicidad, ni para el placer. Porque fuì advertido malamente contra la entrega y el gozoso abandono que supone.Cada dìa, entonces, todavìa es una ardua conquista, una transgresiòn, una desobediencia debida a mì mismo, una porfìa.La laboriosa tarea de desaprender lo aprendido, el desacato a aquel mandato primario y fatal, aquel dictamen segùn el cual se gana o se pierde, se ama o se es amado, se mata o se es muerto.La vida, por lo tanto, no me ha endurecido, ese sea tal vez mi mayor logro.Que me palpen de armas. Dejo a un lado, si es que alguna vez tuve o me queda, toda arma que sirva para volverse temible, para someter, para acumular, para ser poderoso, para triunfar en un mundo de mano armada, en que la felicidad se compra con tarjeta de crèdito. No quiero que la lucidez me cueste la alegrìa, ni que la alegrìa suponga la necedad o la ceguera...Pero no me es fàcil, me cuesta vivir a contratiempo, con la sensaciòn de ser testigo de un desatino històrico gigantesco, de un extravìo descomunal, tan irracional, absurdo o desolador como la bomba de neutrones.No entiendo al mundo. Me parece, como dice Serrat, que se ha caìdo en manos de unos locos con carnet. Me siento ajeno a la debacle, pero en el medio de ella.Mi vida es apenas un instante en el ocèano del tiempo y es como si quisiera que ese instante fuera sereno y hondo, en el medio de una ensordecedora discoteca o de un holocausto definitivo, siempre a punto de estallar.Me desazona la banalizaciòn de la vida. El pavoneo de la insensatez. El triunfo de la prepotencia y de la ostentaciòn. La deshumanizaciòn salvaje de los poderosos, la aceptaciòn y el elogio del "sàlvese quien pueda". La pràctica y la prèdica del desamor y de la histeria.Me desazona la idiotez colectiva. La idealizaciòn de lo superfluo. El asesinato de la inocencia. El descuido suicida de lo poco que merecìa nuestro mayor esmero. El desconocimiento o el olvido de nuestra propia condiciòn.Me conmoviò, no hace tanto, que el cosmòlogo Sagan, en un artìculo extenso, escrito como desde un punto perdido en el infinito del espacio desde el cual el mundo se observa como una bolita cachuza, terminara dicièndonos: "Besen a sus hijos"; escuchemos a estos hombres, sigàmoslos. Leamos a los poetas, no permitamos que el misterio de la existencia deje de estremecernos cada dìa, porque es el costo màs alto que podemos pagar por nuestra necedad y nuestra omnipotencia. La vida de un àrbol merece nuestra develaciòn y nuestro màs grande regocijo; al amparo gozoso de su sombra, acariciados por la tibieza de la luz del sol y arrullados por el sonido màgico e irrepetible de su follaje, mecido por la mano invisible del viento, estaremos a salvo de la alienaciòn y de la orfandad; siempre y cuando seamos capaces de apreciar esta gloria mientras sea posible de reconocer en ella nuestra mayor riqueza. Que la muerte no nos hiera en la vida, que la ferocidad no nos pueda el alma. Que nada troque nuestra dicha de estar despiertos.Que una caricia nos atraviese como una flecha jubilosa y radiante.Besemos a lo que amamos. Amèmenos."
Oscar Martínez es actor.
lunes, 23 de marzo de 2009
Que me palpen de armas.
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2 comentarios:
Estaba escuchando el disco "Juntando Almas" de Lito Vitale en donde alguien recita este texto... qué POETA BARATO
jajjaja mira vos hno!
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