lunes, 30 de noviembre de 2009

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Una chamán de la selva amazónica en Olavarría

Llegó con sus plantas medicinales y cuenta cómo sobrevive su cultura en el Perú medio.

Llegó a la Argentina con sus plantas medicinales y decidió hacer escala en Olavarría. Tiene 48 años y hace 13 se convirtió en la primera mujer chamán de su clan familiar, en medio del Amazonas peruano. Sus creencias, su cosmovisión y la lucha por preservar cultura y costumbres de los Shipibo Conibo, la etnia de donde viene.

A orillas del Mar Argentino o frente a las aguas del Tapalqué, Elisa Vargas logra la misma conexión con la naturaleza que en medio de la selva amazónica peruana, su lugar en este mundo. Viene de la etnia Shipibo Conibo y es difícil imaginar que detrás de esa figura etérea está la primera mujer chamán del clan familiar al que pertenece. Llegó el 4 de noviembre a Olavarría para difundir lo que ha cultivado durante toda la vida y más allá de las jerarquías: el conocimiento ancestral de las propiedades curativas de las plantas, en una suerte de integración religiosa del ser humano con el ambiente. Curandera, hechicera, bruja, shamana, sanadora o, como ella misma lo define, dueña de "un poder especial con propiedades curativas para ayudar al que me necesite".

No se sienta en cualquier banco de la plaza. Busca uno donde haya sol y rescata el clima amigable del lunes. Es que viene de otro tiempo y espacio, tanto literal como espiritualmente, y se le nota. Vive en armonía con la Madre Tierra, a la que ama y cuida mediante cantos y, en ocasiones, a través de la contemplación, pero siempre desde la perspectiva de la magia interior.

Ahora, ¿qué hace esta chamán en medio de una selva de cemento? "Estoy haciendo mi viaje por curación de las plantas. La gente que se siente mal, estresada, con muchos problemas o enfermedades y las plantas que vienen de mis ancestros curan. Nos curan. Y los cinco sentidos que tenemos se nos abren, nos hace sentir bien y rejuvenecer nuestro espíritu", dice, revelando parte de la receta.

"Ayahuasca", añade con tono experto. Ese es el nombre de la planta que toma de su selva indígena, en la comunidad nativa de San Francisco, una zona tropical, cálida y muy lluviosa. Allí vive junto a 3 mil pobladores que buscan mantener la cultura a través de la artesanía, idioma, rituales, tradiciones y el uso de plantas medicinales.

Los shipibos conibos conservan las tradiciones de sus antepasados y no necesariamente por elección. "Con la economía estamos en baja. No tenemos trabajo, pero hacemos agricultura, pesca y caza", admite Elisa. También se dedican a la producción y venta cerámicas, telas pintadas, bordados, collares y pulseras.

El analfabetismo es muy preocupante. "Muchos chicos quieren estudiar, pero a veces no tenemos apoyo del Gobierno y estamos sufriendo bastante. Por eso trabajo con las plantas y las artesanías para hacer estudiar a mis hijos", que son seis.

Esta chamán siente que es una especie de guía espiritual y a la vez curandera, con una filosofía de vida totalmente diferente a la del mundo occidental y desde su cosmovisión asegura que puede hacer aportes. "Es muy diferente, sí", reconoce, con sonrisa amable. "Nosotros estamos fuertemente conectados con la naturaleza. Nuestros ancestros no sabían leer ni escribir, no tenían televisión ni teléfono, pero sí una fuerte conexión con plantas. Y la naturaleza. Sabiduría", sintetiza esta mujer peruana de 48 años.

La primera

Nació y creció en la Amazonia y a la par de bisabuelos, padres y tíos curanderos encontró su vocación y decidió transitar un camino sólo apto para hombres. "Antes no trabajaban las mujeres y a mí me costó bastante", dice, con 13 años de experiencia en el "cargo".

¿Siente que nació para ser chamán? "Nunca lo pensé de señorita, pero siempre me gustó lo que hacían mis antepasados y participaba de las ceremonias. Siento que tengo un poder especial y fui la primera mujer en la familia", observa, orgullosa de que una de sus hijas le siga los pasos.

"Estoy ayudando a mucha gente, a personas que necesitan curarse", dice, como vocera de la medicina tradicional amazónica. Y va más lejos al sostener que las plantas "a veces curan los cánceres o los problemas de adicciones". Y se pone como ejemplo, por haber superado una enfermedad de la vesícula que hasta sorprendió a los médicos "blancos" consultados.

"Es un servicio que presto", plantea con sencillez, dispuesta a "ayudar a curar, a poner todo de mi parte cuando alguien está mal. Curamos lo que los médicos científicos no curan, espiritualmente, y las plantas nos ayudan. El espíritu sano es parte de la medicina".

A su "consultorio" ambulante llegan todo tipo de pacientes. "Grandes, chicos, abuelos, y la gente cambia. Hay adultos que están con rabia, muy acelerados, que no viven bien o tienen miedo. Toman la planta y se ayudan con los cantos y se van contagiando de alegría, espiritualmente".

No conocía la Argentina y "estoy contentísima con este viaje" que tuvo a Mar del plata como punto de partida, hizo escala en Olavarría y cerrará a partir de hoy en las sierras cordobesas.

"Acá muchos amigos he conocido, recibí mucho amor y cariño. Eso es lindo", dispuesta a seguir luchando para que su etnia no se pierda. "Me gusta mucho mi cultura, mi vestimenta y mis cantos, que curan. Siento que he salvado muchas vidas, ayudando todo lo que he podido", confiesa finalmente esta chamán que por momentos abandona su larga túnica amazónica para integrarse a la vida occidental y conocer otros mundos paralelos, muy diferentes al suyo, antes de "volverme a la selva otra vez, mi lugar".

martes, 17 de noviembre de 2009

Fumando por la ventana del mundo.

Manzanilla ando viendo yo, sintiendo olores de acordes viejos. Y andar debajo de la luna y me pongo al revés. Yo dejo que el aire me lleve y me lleve y me deje a tus pies. Dejando fluir mis hormonas, noche linda, dulce canción.
Que cursi suena mi voz, es que cuando te veo se me acobijan los huevos de toro, de toro no tengo nada. Y el tiempo es tiempo muerto cuando no estás. A mover esas piernas y a saltar sobre charcos secos. Que retumbe la tierra sagrada. Volvamos, volvamos!
Y ya falta poco, poco el quilombo que se va armar! y el mundo se envuelve en palabras de fuerte agobio. Este sol que me encuentra frente al espejo, por que cuando abro los ojos ya no estaré sin tí lejos de mí. Despierto y sin dormir, por sufrir, lejos de tí!.
Sol de invierno que me acorrala y me penetra. Es una ruta que me rompe la boca de sed y fiebre. Este río de culpas sin Dios me lleva, frío al cielo remando sin mar, con luces de bosques y claves de sol, son voces de invierno, pero me resguardo en el rol de mi ser. Tumbate, tumbate, tus ojos en el río y el mar.

El cambio climático global dificulta la evolución de las especies

El clima global se está alterando como resultado del aumento de la concentración de gases invernadero (dióxido de carbono, metano, clorofluorocarbonos,…) y de la desaparición de la capa de ozono. “Es más adecuado llamarlo cambio global que cambio climático, porque este término engloba la suma de las causas naturales y causas antropogénicas” explicaba María Segovia, investigadora del Departamento de Ecología de la Universidad de Málaga, que ayer impartió una conferencia titulada Un viaje por los océanos para comprender el cambio climático en el marco del ciclo anual “Encuentros con la ciencia”.

Y es que, cuando se habla de cambios en el clima global, es imprescindible mirar a los océanos. En primer lugar porque un desequilibrio en la dinámica de las corrientes oceánicas debido al efecto invernadero podría tener consecuencias nefastas para el planeta y provocar una nueva era glacial. Y en segundo lugar por el estrés que sufre el fitoplancton marino (las algas microscópicas unicelulares del océano) como resultado del cambio global.

“El fitoplancton ha jugado y juega un papel fundamental en el sistema climático terrestre a través de las eras geológicas”, puntualiza la investigadora, que nos recuerda que estas pequeñas criaturas son muy eficaces retirando el dióxido de carbono de la atmósfera y las capas superficiales del océano hacia el fondo marino, donde el gas permanece secuestrado hasta que las corrientes lo devuelven a la superficie cientos de años después. Sin embargo, son seres extremadamente sensibles a la temperatura del océano y a la radiación ultravioleta. “Si todo el fitoplancton del planeta pereciese hoy, la concentración de CO2 en la atmósfera incrementaría un 35% (200 ppm) en cuestión de pocos siglos”, advierte María Segovia.

Las consecuencias si no se logra frenar el cambio global podrían ser nefastas. “Aquellos organismos que no se adapten se extinguirán; en el escenario actual se produce un cambio tan rápido que las especies no tiene la oportunidad de adaptarse”, comenta Segovia. Si el padre de las teorías de la evolución, Charles Darwin, levantase la cabeza hoy vería “que en la actualidad se extinguen unas 30.000 especies al año, que anualmente se pierden 200.000 kilómetros cuadrados de bosque, y que las selvas tropicales que tanto admiraba quedarán reducidas a una pequeña mancha en el año 2050”, subraya la investigadora malagueña. Además, probablemente le sorprenderían el aumento del nivel del mar, el clima inusual (tormentas, sequías e inundaciones), la sobrepesca, el turismo, la introducción de especies foráneas y la muerte masiva de los arrecifes de coral.

“En el año 1600 los seres humanos eran 500 millones, en el 2050 habrá 10.000 millones”, recuerda Segovia. “En la actualidad se consume el 40% de la producción primaria neta del planeta, es decir casi la mitad de la energía disponible para mantener a todas las especies; simplemente, esta situación no es sostenible”, concluye.

De MuyInt.

jueves, 12 de noviembre de 2009

La crónica de un viaje psicodélico.

Cuando ya era un psiquiatra exitoso, Carl Jung se perdió en la niebla de su propia mente: visiones y voces lo acosaban. Registró esa crisis durante 16 años en un texto secreto. Celosamente silenciado por décadas, el Libro rojo acaba de editarse en inglés, como "la obra inédita más influyente en la historia de la psicología".

Por: Sara Corbett
CARL JUNG, 1961. El fundador de la psicología analítica en Zurich, poco tiempo antes de morir. Al recordar su crisis, un “cara a cara con el inconsciente”, lo comparaba con un experimento con mezcalina.


Esta es la historia de un libro de casi cien años de antigüedad, encuadernado en cuero rojo y que ha pasado el último cuarto de siglo guardado en la bóveda de un banco suizo. El libro es grande y pesado y su lomo tiene grabadas letras doradas que dicen Liber Novus, que en latín significa Libro nuevo. Sus páginas son de un grueso pergamino color crema y están llenas de pinturas de criaturas de otro mundo y diálogos manuscritos con dioses y demonios. Si uno no conociera el origen del libro, lo podría confundir con un volumen medieval.

Y, sin embargo, entre las pesadas tapas del libro, se desarrolla una historia muy moderna. Es la que sigue: El hombre llega a la mediana edad y pierde el alma. El hombre sale en busca de su alma. Tras un sinnúmero de didácticas penurias y aventuras –que tienen lugar en su cabeza– vuelve a encontrarla. Algunos opinan que nadie debería leer el libro y otros que deberían leerlo todos. La verdad es que nadie lo sabe. La mayor parte de lo que se ha dicho del libro –qué es, qué significa– es producto de conjeturas, porque, desde el momento en que se lo comenzó en 1914 en un pueblito suizo, sólo unas dos docenas de personas han logrado leerlo o echarle una ojeada. De los que lo vieron, al menos una persona, una inglesa culta a quien se le permitió leer parte del libro en los años 20, consideró que contenía una sabiduría infinita –"En mi país, hay personas que lo leerían de cabo a rabo sin detenerse a respirar", escribió–, mientras que otra, una figura literaria muy conocida que le dio un vistazo poco después, lo halló fascinante e inquietante y llegó a la conclusión de que era obra de un psicótico. Por eso, durante casi todo el siglo pasado, pese al hecho de que se lo consideraba una obra crucial de uno de los grandes pensadores de la época, el libro existió sólo como un rumor, arrebujado en la maraña de su propia leyenda, venerado y visto como un enigma.

Es por eso que una noche lluviosa de noviembre de 2007 tomé un vuelo en Boston y cabalgué sobre las nubes hasta despertarme en Zurich y llegar a la salida del aeropuerto a la hora aproximada en que abría la casa central del Union Bank of Switzerland. En aquel momento, se estaba produciendo un cambio: el libro, que había pasado los últimos 23 años en una caja de seguridad de la bóveda subterránea del banco, estaba siendo envuelto en una tela negra y colocado en el interior acolchado de un discreto maletín con ruedas. Pasó rodando frente a los guardias hasta salir al sol y al aire diáfano y frío, donde se lo cargó en un auto que velozmente se lo llevó.

Sé que esto parece el comienzo de una novela de espías o una película sobre el robo a un banco, pero en realidad es un relato sobre el genio y la locura, sobre la posesión y la obsesión, en el que un objeto –este viejo y extraño libro– deambula entre todo eso: el Libro rojo secreto de Carl Jung –escaneado, traducido al inglés y anotado– está disponible desde este mes, publicado por W. W. Norton y promocionado como "la obra inédita más influyente en la historia de la psicología".

Descenso al infierno

Carl Jung fundó el campo de la psicología analítica y, junto con Sigmund Freud, fue responsable de popularizar la idea de que la vida interior de una persona merecía no sólo atención sino una esmerada exploración, concepto que desde entonces ha llevado a millones de personas a la psicoterapia. Freud, que comenzó como maestro de Jung y luego se convirtió en su rival, veía a la mente inconsciente como un depósito de deseos reprimidos, que luego podían ser codificados, caracterizados como patológicos y tratados. Con el tiempo, Jung llegó a ver la psiquis como un lugar intrínsecamente espiritual y fluido, un océano donde se podía pescar en busca de iluminación y cura.

Lo haya querido o no, hoy día Jung –que se consideraba un científico– es recordado más como ícono contracultural, como defensor de la espiritualidad fuera de la religión y un adalid de los soñadores y los buscadores, lo cual le ha valido tanto el respeto como el ridículo póstumos. Las ideas de Jung sentaron las bases del conocido test de personalidad de Myers-Briggs e influyeron en la creación de Alcohólicos Anónimos. Sus dogmas fundamentales –la existencia de un inconsciente colectivo y el poder de los arquetipos– se han filtrado en el pensamiento New Age, pero permanecen en los márgenes de la psicología tradicional.

Jung pronto se vio enfrentado no sólo a Freud sino también a la mayoría de los que se dedicaban a su especialidad, los psiquiatras que constituían la cultura dominante en esa época y hablaban el idioma clínico de los síntomas y los diagnósticos tras los cerrojos de los pabellones para enfermos mentales. La separación no fue fácil. Cuando sus convicciones empezaban a cristalizarse, Jung, que en aquel momento era un hombre exteriormente exitoso y ambicioso con una joven familia, un próspero consultorio privado y una elegante casona junto al lago Zurich, sintió que su mente comenzaba a vacilar y tambalearse, hasta que finalmente cayó en una crisis que cambiaría su vida.

Lo que a continuación le ocurrió a Carl Jung ha dado lugar, entre los jungianos y otros estudiosos, a perdurables leyendas y controversias. Se lo ha interpretado como una enfermedad creativa, un descenso a los infiernos, un ataque de locura, una autodeificación narcisista, una trascendencia, una crisis de la mediana edad y una perturbación interior que reflejaba el cataclismo de la Primera Guerra Mundial. Sea como fuere, en 1913, Jung, que entonces tenía 38 años, se perdió en la niebla de su propia mente. Lo acosaban perturbadoras visiones y oía voces interiores. Ante el horror de lo que veía, por momentos temía estar "amenazado por una psicosis" o "haciendo una esquizofrenia", según sus propias palabras.

Más tarde compararía este período de su vida –este "cara a cara con el inconsciente", como lo llamaba– con un experimento con mezcalina. Decía que las visiones le llegaban como un "río incesante", que eran como piedras que le caían en la cabeza, como una tormenta eléctrica, como lava fundida. "Muchas veces tuve que tomarme de la mesa", recordaba, "para no caerme a pedazos".

Como psiquiatra y alguien con una veta decididamente rebelde, trató de derribar el muro que separaba su yo racional de su psiquis. Durante seis años, Jung se esforzó por impedir que su mente consciente bloqueara lo que quería mostrarle su inconsciente. Entre las consultas con sus pacientes, después de cenar con su mujer y sus hijos, cada vez que tenía una hora o dos, Jung se sentaba en el escritorio tapizado de libros del segundo piso de su casa e inducía las alucinaciones –que él llamaba "imaginaciones activas". "Para comprender las fantasías que se agitaban en mí 'subterráneamente'", escribió Jung más tarde en su libro Recuerdos, sueños, reflexiones, "sabía que tenía que zambullirme de cabeza en ellas". Se descubrió en un lugar liminal, tan lleno de riqueza creativa como de posibilidades de destrucción, que, según creía, era la misma zona fronteriza que transitaban los locos y los grandes artistas.

Jung lo registró todo. Primero tomó notas en una serie de pequeños diarios negros y luego interpretó y analizó sus fantasías y las escribió con un tono majestuoso y profético en el librote de cuero rojo. Este detallaba un viaje desenfadadamente psicodélico a través de su propia mente, una progresión vagamente homérica de encuentros con seres extraños en un paisaje de ensueño curioso y cambiante. Escribiendo en alemán, llenó 205 páginas con cuidada caligrafía y pinturas de ricos colores y sorprendente detalle.

Lo que Jung escribió no pertenecía a su anterior canon de ensayos desapasionados y académicos sobre psiquiatría. Ni tampoco era un diario hecho y derecho. El libro era una especie de moralidad fantasmagórica, surgida del deseo de Jung no sólo de trazar un mapa del manglar de su mundo interior sino también de traer consigo sus riquezas. Fue esto último –la idea de que una persona podía oscilar provechosamente entre los polos de lo racional y lo irracional, la luz y la oscuridad, lo consciente y lo inconsciente– lo que constituyó el germen de su obra posterior y de lo que llegaría a ser la psicología analítica.

El libro cuenta la historia de cómo Jung trató de enfrentar los demonios que surgían de las sombras. Los resultados son humillantes y a veces desagradables. En él, Jung recorre la tierra de los muertos, se enamora de una mujer que luego resulta ser su hermana, es aprisionado por una serpiente gigantesca y, en un aterrador momento, devora el hígado de un niño. ("Trago con desesperados esfuerzos –es imposible– una y otra vez... casi me desmayo... ya está".) En determinado momento, hasta el demonio dice que Jung es aborrecible.

Trabajó en Libro rojo de manera intermitente unos 16 años, hasta mucho después de superada su crisis personal, pero nunca logró terminarlo. Se impacientaba pensando qué hacer con él y preguntándose si debía publicarlo o guardarlo en un cajón. Pero respecto de la importancia de lo que contenía el libro, Jung no tenía dudas. "Toda mi obra, toda mi actividad creativa", recordaría después, "proviene de esas primeras fantasías y sueños".

Cuando Jung murió en 1961, no dejó instrucciones específicas sobre qué hacer con él. Su hijo Franz, arquitecto, el tercero de sus cinco vástagos, se hizo cargo de la administración de la casa y decidió dejar el libro donde estaba. Más tarde, en 1984, la familia lo trasladó al banco. Cada vez que alguien pidió ver el Libro rojo, los familiares dijeron, sin titubear y a veces sin decoro, que no. El libro era privado, afirmaban, una obra estrictamente personal.

Sonu Shamdasani, un historiador residente en Londres, se acercó a la familia con una propuesta de editar y publicar el Libro rojo en 1997, momento que resultó oportuno. Franz Jung acababa de morir y la familia estaba golpeada y aturdida por la publicación de dos libros controvertidos y muy comentados escritos por un psicólogo estadounidense llamado Richard Noll, quien planteaba que Jung era el profeta autoproclamado y mujeriego de una secta aria de culto al sol y que varias de sus principales ideas habían sido plagiadas o se basaban en falsas investigaciones. Shamdasani se presentó con la moneda de cambio indicada: dos borradores parciales (sin ilustraciones) del Libro rojo escritos a máquina que había descubierto en otra parte. Uno descansaba en la biblioteca de una casa del sur de Suiza, hogar de la anciana hija de una mujer que había trabajado para Jung como transcriptora y traductora. Halló el segundo en la Biblioteca Beinecke de la Universidad de Yale. El hecho de que fueran copias parciales del Libro rojo significaba dos cosas: una, que Jung lo había entregado al menos a algunos amigos; y dos, que el libro, considerado confidencial e inaccesible durante tanto tiempo, en realidad no era inhallable. El fantasma de Richard Noll y de todos los que quisieran ensuciar el nombre de Jung citando selectivamente pasajes del libro se perfiló en el horizonte. Con o sin la bendición de la familia, el Libro rojo se haría público en poco tiempo, "probablemente", escribió inauspicioso Shamdasani en un informe a la familia, "de manera sensacionalista". Durante dos años, Shamdasani fue y vino de Zurich, tratando de convencer a los herederos de Jung. Tuvo almuerzos, tomó café y dio una conferencia. Finalmente, luego de tensas deliberaciones en el seno de la familia, Shamdasani recibió un pequeño sueldo y una copia en color del original del libro y la autorización para comenzar a prepararlo para su publicación, aunque debió firmar un estricto acuerdo de confidencialidad. Después de vivir prácticamente a solas con el libro durante casi una década, Shamdasani –amante del buen vino y las complejidades del jazz– ahora tiene el aspecto ligeramente azorado de alguien que acaba de encontrar la salida de un enorme laberinto. Cuando lo fui a ver este verano, estaba agregando al Libro rojo la nota al pie número 1.051. "Es el reactor nuclear de todas sus obras", dijo Shamdasani y destacó que los conceptos más difundidos de Jung –entre otros, su creencia en que la humanidad comparte un caudal de sabiduría antigua que denominó inconsciente colectivo y la idea de que las personalidades tienen componentes tanto masculinos como femeninos (animus y anima)– hunden sus raíces en el Libro rojo. La creación del libro también llevó a Jung a reformular la forma en que trabajaba con sus pacientes, como testimonia una referencia que Shamdasani encontró en el libro autopublicado escrito por una ex paciente, en la que esta recuerda el consejo que le dio Jung para procesar lo que se desarrollaba en las zonas más profundas y a veces aterradoras de su mente.

Después de escaneado, el libro regresó a su bóveda del banco, pero volverá a trasladarse, esta vez a Nueva York, acompañado por un grupo de descendientes de Jung. En los próximos meses se expondrá en el Museo de Arte Rubin.

En el Libro rojo, luego de que el alma lo exhorta a aceptar la locura, Jung todavía tiene dudas. De pronto, como ocurre en los sueños, el alma se convierte en un "profesor pequeño y gordo", que manifiesta una especie de preocupación paternal por Jung.

Jung le dice: "Yo también creo que me he perdido por completo. ¿Verdaderamente estoy loco? Todo es terriblemente confuso".

El profesor responde: "Ten paciencia, todo saldrá bien. De todos modos, duerme bien".

© The New York Times y ClarIn, 2009. Traducción de Elisa Carnelli. o clic aquí

martes, 10 de noviembre de 2009

Descubren medio centenar de murales mayas


Un equipo de científicos ha encontrado en México una gran pirámide pintada a todo color que recoge 46 escenas cotidianas de la vida de los mayas.

La pirámide, que mide unos 11 metros de ancho y tiene tres pisos, fue descubierta en Calakmul, en el complejo de Chiik Nahb, un centro arquitectónico donde se cree había 68 edificaciones. Los restos de cerámica hallados en el sitio sugieren que la construcción de la pirámide pintada -la estructura más alta del complejo- comenzó entre el año 420 y el 620.

Según explican los científicos en la revista PNAS, en la estructura se llevaron a cabo siete remodelaciones, pero fue en la tercera donde los constructores mayas comenzaron "un programa de murales exteriores", una práctica poco común en esa zona. Las pinturas de estos murales muestran a grupos de hombres, mujeres y niños comprometidos a diversas actividades. Sus vestimentas varían desde los simples taparrabos y adornos de la cabeza hasta vestidos más elaborados decorados con diseños de tejidos de colores. Los arqueólogos sospechan que estas distinciones en el vestido quizás reflejan las distintas clases sociales de los individuos.

Entre las escenas representadas aparecen personas preparando y repartiendo comida junto a individuos que la consumen. Otros personajes se representan caminando o moviéndose, algunos con grandes vasijas o cargamentos amarrados al cuerpo. Además, los jeroglíficos que acompañan a estas escenas ofrecen datos para interpretarlas, a modo de leyendas o "pie de foto", con el nombre de un alimento o material particular o el tipo de persona que representan.

Los murales están siendo sometidos en estos momentos a un proceso de limpieza y conservación, mientras expertos de la Universidad de Florencia, en Italia, analizan los pigmentos y técnicas que los mayas utilizaron para su elaboración

lunes, 9 de noviembre de 2009

Carta al seis mil millonésimo ciudadano del mundo

El escritor británico Salman Rushdie, condenado en 1989 en Irán, dirige esta reflexión al habitante del mundo que acaba de nacer. Le advierte que las "historias" de la religión le agradarán, pero a poco descubrirá que se le exigirá que viva sometido a sus leyes e iniquidades. De este modo, inicia una crítica laica a la fe.

GUERRAS SANTAS. Militantes de Hamas en Líbano, en 2001. "Convierten sus cuerpos en bombas de Dios", dice el escritor perseguido.



Querida pequeña persona viva número seis mil mi­llones: Como miembro más reciente de una especie sabi­damente inquisitiva, es probable que no tardes mucho en empezar a hacerte las dos preguntas de los sesenta y cuatro mil dólares con las que los otros 5.999.999.999 humanos venimos lidiando desde hace tiempo: ¿Cómo hemos llega­do hasta aquí? Y ahora que esta­mos aquí, ¿cómo vamos a vivir?

Curiosamente –como si no nos bastara con seis mil millones de congéneres–, casi con toda segu­ridad te insinuarán que para en­contrar respuesta a la pregunta del origen es necesario que creas en la existencia de un Ser más, invi­sible, inefable, presente "en algún sitio por ahí arriba", un creador omnipotente a quien nosotros, pobres criaturas limitadas, somos incapaces siquiera de percibir, y menos aún de comprender. Es decir, te alentarán con insistencia a imaginar un cielo con al menos un dios residente. Este dios-cielo, dicen, creó el universo revolviendo su materia en una olla gigante. O bailó. O vomitó la Creación de sus propias entrañas. O simplemente pronunció unas palabras para dar­le existencia y, ¡zas!, existió.
En algunas de las historias de la creación más interesantes, el dios-cielo único y poderoso se subdivide en muchas fuerzas menores: deidades subalternas, avatares, "ancestros" metamórfi­cos gigantescos cuyas aventuras crean el paisaje, o los panteones caprichosos, arbitrarios, entro­metidos y crueles de los grandes politeísmos, cuyas desaforadas hazañas te convencerán de que el motor verdadero de la creación fue el anhelo: de poder infinito, de cuerpos humanos que se rompen con excesiva facilidad, de nubes de gloria. Pero justo es añadir que hay asimismo historias que transmiten el mensaje de que el impulso creador primigenio fue, y es, el amor.

Muchas de estas historias se te antojarán sumamente hermosas y, por tanto, seductoras. Ahora bien, por desgracia, no te exigirán una respuesta a ellas puramente litera­ria. Sólo las historias de religiones "muertas" pueden valorarse por su belleza. Las religiones vivas te exigen mucho más. Te dirán, pues, que la fe en "tus" historias y la adhesión a los rituales de ve­neración que se han desarrollado en torno a ellas deben convertirse en parte esencial de tu vida en este mundo abarrotado de gente. Las llamarán el corazón de tu cultura, incluso de tu identidad individual. Puede que en algún punto las sientas como algo de lo que es im­posible escapar, imposible escapar no como de la verdad, sino como de la cárcel. Acaso en algún punto dejen de parecerte textos en los que unos seres humanos han in­tentado resolver un gran misterio y te parezcan, en cambio, los pre­textos para que otros seres huma­nos debidamente ungidos te den órdenes. Es cierto que la historia humana está llena de esa opresión pública forjada por los aurigas de los dioses. En opinión de las per­sonas religiosas, no obstante, el consuelo íntimo que procura la religión compensa con creces el mal obrado en su nombre.

A medida que ha aumentado el conocimiento humano, ha que­dado claro asimismo que toda na­rración religiosa sobre cómo llega­mos aquí está totalmente equivo­cada. En última instancia, esto es lo que tienen en común todas las religiones: no acertaron. No hubo revoltillo celestial, ni danza del hacedor, ni vómito de galaxias, ni antepasados canguros o serpien­tes, ni Valhalla, ni Olimpo, ni un truco mágico de seis días seguido de un día de descanso. Todo mal, mal, mal. Pero en este punto nos encontramos algo realmente extra­ño. El error de los relatos sagrados no ha mermado el fanatismo del devoto. Es más, el simple delirio inconexo de la religión conduce al religioso a insistir de manera cada vez más estridente en la importan­cia de la fe ciega.

De resultas de esta fe, dicho sea de paso, en muchas partes del mundo ha sido imposible impe­dir el alarmante crecimiento del número de seres humanos. Cul­pemos de la superpoblación del planeta, por lo menos en parte, al deplorable sentido de la orien­tación de los guías espirituales de la especie. En tu propio tiempo de vida, bien puede ocurrir que seas testigo de la llegada del nueve mil millonésimo ciudadano del mun­do. Si eres indio (y tienes una entre seis posibilidades de serlo), aún estarás vivo cuando, gracias al fracaso de la planificación fa­miliar en ese país pobre y dejado de la mano de Dios, su población supere a la china. Y si como resul­tado de las restricciones religiosas sobre el control de la natalidad nacen demasiadas personas, tam­bién morirán demasiadas perso­nas, porque la cultura religiosa, negándose a afrontar las reali­dades de la sexualidad humana, también se niega a luchar contra la propagación de enfermedades de transmisión sexual.

Hay quienes dicen que las grandes guerras del nuevo siglo volverán a ser guerras religiosas, yihads y cruzadas, como en la Edad Media. Aunque, desde hace ya años, suenan en el aire los gri­tos de guerra de los fieles mientras convierten sus cuerpos en bombas de Dios, y también los alaridos de sus víctimas, me he resistido a creer en esta teoría, o al menos en el sentido que le da la mayoría.

Llevo tiempo afirmando que la teoría del "choque de las civili­zaciones" de Samuel Huntington es una simplificación excesiva: que la mayoría de los musulma­nes no tienen el menor interés en participar en guerras religiosas, que las divisiones en el mundo musulmán son tan profundas como sus elementos comunes (si te cabe alguna duda de que esto es así echa una ojeada al conflicto suní-chií en Irak). Apenas puede encontrarse nada que se parezca a un objetivo islámico común. In­cluso cuando la OTAN no islámi­ca libró una guerra a favor de los albaneses kosovares musulmanes, el mundo musulmán fue remiso a la hora de ofrecer la muy necesa­ria ayuda humanitaria.

Las auténticas guerras religio­sas son las guerras que las reli­giones desatan contra ciudadanos corrientes dentro de su "esfera de influencia". Son guerras de los píos contra los prácticamente indefensos: los fundamentalistas estadounidenses contra los médi­cos partidarios de la libre elección, los mulás iraníes contra la mino­ría judía de su país, los talibanes contra el pueblo afgano, los fun­damentalistas hindúes de Bombay contra los musulmanes cada vez más asustados de la ciudad.

Y las auténticas guerras reli­giosas son asimismo las guerras que las religiones desatan contra los no creyentes, cuya intolerable incredulidad se recalifica como de­lito, como razón suficiente para su erradicación.

Pero con el paso del tiempo me he visto obligado a reconocer una cruda realidad: que la masa de los llamados musulmanes corrientes parece haberse dejado embaucar por las fantasías paranoicas de los extremistas y parece dedicar una mayor parte de su energía a la movilización contra caricaturistas, novelistas o el Papa, que a conde­nar, privar de derechos civiles y expulsar a los asesinos fascistas que habitan entre ellos. Si esta mayoría silenciosa permite que se libre una guerra en su nombre, se convertirá finalmente en cómplice de esa guerra.

Por tanto, quizá sí se ha inicia­do, al fin y al cabo, una guerra re­ligiosa, porque está permitiéndose a los peores de nosotros dictar las prioridades de los demás, y por­que los fanáticos, que no se andan con chiquitas, no encuentran opo­sición suficiente entre "su propio pueblo".
Y si eso es así, los vencedores de dicha guerra no deben ser los estrechos de miras que, como siempre, marchan a la batalla con Dios de su lado. Elegir la in­credulidad es elegir el espíritu so­bre el dogma, confiar en nuestra humanidad y no en todas esas peligrosas divinidades. Así pues, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? No busques la respuesta en las narraciones "sagradas". Puede que el imperfecto conocimiento humano sea un camino lleno de baches y hoyos, pero es el único camino a la sabiduría digno de seguirse. Virgilio, que creía que el apicultor Aristeo podía generar espontáneamente abejas nuevas a partir de una vaca muerta en des­composición, estaba más cerca de la verdad sobre el origen que todos los libros venerados de la Antigüedad. Las sabidurías an­cestrales son tonterías modernas. Vive en tu tiempo, utiliza lo que sabemos, y cuando crezcas, quizá la especie humana haya crecido por fin contigo.

Como dice la canción: "Es fácil si lo intentas".

En cuanto a la moralidad, la se­gunda gran pregunta –¿cómo vi­vir?, ¿cuál es la actuación correcta y cuál la incorrecta?– se reduce a tu predisposición a pensar por ti mismo. Sólo tú puedes decidir si quieres que la ley te sea entrega­da por sacerdotes y aceptar que el bien y el mal son cosas de algún modo externas a nosotros. A mi juicio, la religión, incluso en su forma más elaborada, en esencia infantiliza nuestra identidad ética estableciendo árbitros infalibles de la moral y tentadores irredimi-blemente inmorales por encima de nosotros: los padres eternos, el bien y el mal, la luz y las tinieblas, el reino sobrenatural.

¿Cómo, pues, vamos a tomar decisiones éticas sin un regla­mento divino o un juez? ¿Es aca­so la incredulidad el primer paso en la larga caída hacia la muerte cerebral del relativismo cultural, conforme al que muchas cosas insoportables –la circuncisión femenina, por citar sólo un ca­so– pueden disculparse por mo­tivos culturalmente específicos, y la universalidad de los derechos humanos puede también pasarse por alto? (Esta última muestra de negación moral encuentra parti­darios en algunos de los regíme­nes más autoritarios del mundo, y también, inquietantemente, en las páginas de opinión del Daily Telegraph.)

Bien, pues no lo es, pero las ra­zones para dar esta respuesta no están claramente definidas. Sólo una ideología de línea dura está claramente definida. La libertad, que es la palabra que empleo para la posición ética secular, es ine­vitablemente más confusa. Sí, la libertad es ese espacio donde pue­de reinar la contradicción; es un debate interminable. No es en sí misma la respuesta a la pregunta de la moralidad, sino la conversa­ción sobre esa pregunta.

Y es mucho más que simple relativismo, porque no es simple­mente una tertulia interminable, sino un lugar donde se toman de­cisiones, se definen y defienden valores. La libertad intelectual, en la historia europea, ha represen­tado sobre todo libertad respecto a las restricciones de la Iglesia, no del Estado. Esta es la batalla que libró Voltaire, y es también lo que nosotros, los seis mil millones, podríamos hacer por nosotros mismos, la revolución en la que cada uno de nosotros podría des­empeñar nuestro pequeño papel, una seis mil millonésima parte del total. De una vez por todas, po­dríamos negarnos a permitir que los sacerdotes, y las ficciones en cuyo nombre afirman hablar, sean la policía de nuestras libertades y nuestro comportamiento. De una vez por todas, podríamos devolver las historias a los libros, devolver los libros a las estanterías y ver el mundo sin dogmas y en toda su sencillez. Imagina que el cielo no existe, mi querido seis mil millo­nésimo, y de inmediato no habrá más límite que el cielo.

De RevistaÑ

viernes, 6 de noviembre de 2009

Vive eternamente en un mundo cabrón.

Ojo por ojo, diente por diente, camino por la vereda de la manzana de mi casa y el puto de la esquina no para de matar y gritar:- "matar es un pecado!". No me importa un huevo, asesinados penas de muerte, sigo mi rumbo por la vereda de la manzana de mi casa.
Al llegar a mi casa, entro por la puerta de entrada, pongo un cd de SKA! en el equipo de música y comienzo a saltar y bailar. Agarro el sillón y lo reviento contra la ventana, agarro mi remera y me la arranco a la mierda; comienzo a dar vueltas a una mesita ratona y me tiro ensima haciendola percha. Luego me paro y me voy a la cocina, abro la heladera y me tomo una birra, al terminarla de golpe la vomito y reviento la botella contra el piso.
Yo no me quiero casar con bombones, quiero resistirme probarme sin límites en la cama, quiero volver a ver emborracharme por el suelo, no hay boda, no hay celebración.
Sangría! hasta por los dientes, cuántos muertos en la esquina. Asesinos, asesinos, toda la vida luchando por la igualdad, mutilados, celebrando, sin destino, asesinos.
Es por mi bien, es por mi poder, que me mire al espejo, ya no hay mas, ya no abrazo, ya no abrá más, ya no habrá más víctimas. A babylonia bajo una escalera sotánica satánica, tengo muchos clientes ya!.
Me tocan la puerta y voy a abrirle pero el enfermo se asusta al ver el desorden de la casa, el desorden mental de mi cabeza, su psicólogo. Pero le digo que no se preocupe, que lo llevo a la salita especial que tengo en el sótano, pero al bajar se encuentra con una buena realidad, imagen que lo deja nock out. Plantas de Marihuana.
Puto parado hijo de puta, para un poco, para un poco, fumate una yerba con tu psicologo y si no te gusta tomate el palo que la vida es hermosa, busca tu felicidad!
guaaa, estoy cansado de escuchar, lo que esta bien, lo que esta mal. Yo no pinto nada, me corto el pelo y busco un trabajo, hagase la voluntad. Decir pensar, parar, recaudar, ahorrar, tiene muchos clientes ya, tiene, tiene. Ay señoras!
Ska! Ska! de bar en bar, que voy hacer, tomar un cerveza y ver que es lo que pasa. Me gusta el bicho, que rico, el bar, tu bar, es nuestro centro cultural. La dosis diaria sigue con el cuento, mira como mora nuestra barba se va hacer, que descarte. No me gusta celebrar, pero aunque alguno no lo va a creer la próxima ronda la pago yo.
Que vua ase, que vua ase...
Sujeto la barra, casi le doy un beso al suelo, ya estoy medio tocado, pero aunque alguno no lo va a creer, la próxima la pago yo!
UUUuuuaaaaaCUCUCUC cu guacuyeah cuyeah cuyeah.
Que guasa, que pasa.
Vamos a quemarlo todo, vamos a quemar al puto dinero, al fucking banquero. Saca uno te pilla la cana, comienzas a correr y te sacas un 6, que bien que bien, de roca en roca, y fumo porque me toka! ya voy! tiene mas rondas y el papel se ha mojado, a correr se ha dicho y correr por el cuerdo mundo loco, de baldosa a baldosa. Y me caigo, me tropiezo porque me toca y caigo en el LSD! y me toca tirar otra vez, de roca en roca, me toca tirar otra vez, me sale de las pelotas. A bailar, a bailar puto cobani puto a bailar, a bailar, baila conmigo, dejame bailar, para un poco, esta todo bien!
Jodete, jodeme, en el país en que yo vivo todo funciona al revés, al revés al revés todo funciona muy bien no queremos gilipollas que nos digan que hay que hacer. Vaya país, vyaa democracia, vayanse a cagar que hace muy bien y yo me voy para allá que no hay gobierno, no hay religión, solo las ideas muertas. Pues, allá en mi país, allá en mi país, tu te puedes venir, ya no se como ir, tu te que tu te quieres venir?
Jodete, jodete, y vuelvete a joder, en el país en que yo vivo todo funciona al revés, al revés, al revés todo funciona muy bien.
Que voy hacer, que voy hacer! voy a bailar SKA! que estos días son muy largos, y esta vida son tres días! A cortar el pastel, y nadie se acuerda quien es usted, pocas cosas hago, sin que hacer sin que hacer, llegar a casa roto! esta vida son tres días! a _bailar, asique amigo, planteate, si de verdad debo amanecer y romper la espalda contra la luna escavia, pocas cosas hago, los días son muy largos, sin que hacer, llegar a casa roto, para ver, para ver que esta vida es una alegría, son tres días, son unas tranvías. Agitar, agitar, agitate esa cabeza, dale una sacudida y dejate de joder, que en un bonito mundo, te quisiste levantar, y en los corazones seguirá escrito el CHE. Por todas las rutas la memoria es parte de nuestra vida, hasta la victoria Ernesto che guevara, que quisiste crear un mundo diferente, luchaste y moriste en bolivia apoderada de ti, eso fue sólo una historia.
Hasta siempre comandantes andantes.

jueves, 5 de noviembre de 2009

“El Exorcista” vuelve en “Paranormal Activity”



La historia: La joven pareja Katie y Micah, se muda a una casa en los suburbios de San Diego. Acosados por ruidos nocturnos, Micah compra una cámara de video dispuesto a descubrir su origen. El film “Paranormal Activity” es la recopilación completa y lineal de todos los videos registrados, además de uno los fenómenos más inexplicables de la historia del cine. En tres semanas, esta película realizada con un presupuesto de U$S 10.000, recuaudó 84,4 millones de dólares solo en Estados Unidos, estuvo entre los 10 tópicos más comentados de Twitter y lideró las descargas ilegales en todas sus formas. Abundan los comentarios que atribuyen el éxito de “Paranormal Activity” a una estrategia de marketing genial llevada a cabo en Internet, una reducción preferida por la prensa, similar a la que se hizo antes con “The Blair Witch Project“.

El cambio de escala que significa el éxito de esta extraordinaria película (por lo infrecuente y maravillosa), nos perjudica para verla con la ingenuidad que requiere, cuanto más leamos sobre ella y cuanto mayor sea su éxito, peor resultará la experiencia de verla por primera vez. Pero si logramos abstraernos de sus antecedentes, “Paranormal Activity” demostrará al espectador que el cine sigue siendo un medio enigmático capaz de actuar con profundidad en nuestra mente y activar con mínimos recursos los más recónditos temores. De otra manera sería inexplicable entender cómo una cámara fija mostrando un dormitorio en penumbras con la puerta abierta durante largos minutos, puede capturar nuestra ansiedad en vez del sueño. El miedo que nos trae Paranormal Activity es un miedo que todos hemos vivido ¿Quién no se ha despertado de noche, agitado hasta el ahogo por miedos infundados creados en la mente, y confuso corroboró el horror durante unos instantes desde la perspectiva horizontal de la cama? ¿Quién no ha escrutado con el oído a la oscuridad, adivinando pasos alrededor o una presencia? En la más terrible pesadilla que recuerda Borges, dice “yo estaba en mi habitación; amanecía (posiblemente ésa era la hora en el sueño), y al pie de la cama estaba un rey (…)”. De la misma manera “Paranormal Activity” nos muestra que una mujer inmóvil a los pies de la cama puede resultar tan aterradora como un rey inesperado en nuestro dormitorio. De un miedo conocido por todos, de eso trata “Paranormal Activity”.



“El Exorcista”
No es posible vincular en sus formas una superproducción como “El Exorcista” con un modesto video como “Paranormal Activity”. Sin embargo, abundan en PA las citas -premeditadas o no- a la legendaria película de terror. Ambas eligen como escenario principal el dormitorio, el ámbito silencioso de la noche, la cama y los objetos cotidianos, que se transforman progresivamente en la utilería indispensable para el miedo. La “Ouija” (una especie de SMS de los muertos) es en las dos películas un instrumento peligroso con el cual pueden abrirse las puertas por donde pasen los íncubos. Luego el desván, en “El Exorcista”, mientras el portero busca ratas, aparece una inexplicable llamarada; en “Paranormal Activity”, Micah encuentra allí auna foto quemada de la infancia de Katie. Pero en lo que más se parecen ambas películas, es en la atmósfera que logran introducir en las vidas cotidiana de personas inofensivas, en sus hogares acogedores donde nada malo podría pasar. Allí las dos historias hacen entrar la amenaza intangible de una monstruosidad nocturna de la cual es imposible huir o defenderse. Cosas en las que nadie cree, pero todos tememos.

Link “Paranormal Activity”
Link “The Blair Witch Project“

martes, 3 de noviembre de 2009

¿Humano VS León? o... ¿Humano VS Humano?

A continuación, dos historias de leones: la primera que destaco abajo, la de los leones comehombres, es una clara demostración de un poco más de lo que somos los seres humanos. Pues lean, y luego opinen, pero de los silencios emerge el grito de paz y amor entre la energía viva y latente que habita el planeta tierra.
Cabe destacar, además, que hay una película basada en esa historia de los leones comehombres, se llama "Garra". En la misma, los leones figuran como anormales y monstruosos, enormes y asesinos, pero en lo que respecta desde los silencios, es decir, de la imposibilidad de poder comunicarse los leones con los seres humanos, consta opinar desde este pequeño rincón, que esos animalitos tan iguales como todo león, sólo debían haber sentido que invadíamos su territorio, ya que naturaleza de todo león salvaje es marcar su territorio como el Rey y animal como es. Pero bueno, el ser humano arrasó con sus propios intereses de egoísmo e interés puro...

La verdadera historia de los leones comehombres de Kenia

En marzo de 1898, se inició en África la construcción de un puente ferroviario sobre el río Tsavo que unía las líneas de Kenia y Uganda, sufragado por la empresa Uganda Rail Way. Durante la construcción, muchos trabajadores ferroviarios fueron asesinados por una temible pareja de feroces leones que arrastraba a los hombres fuera de sus tiendas de campaña durante la noche para devorarlos. Los apodaron los leones comehombres Tsavo y, según la leyenda que difundió el teniente coronel británico John Patterson, que los abatió en diciembre de 1898, se cobraron 135 víctimas, provocando la clausura de la expansión del ferrocarril en Kenia.

Ahora, un nuevo estudio realizado por el antropólogo Nathaniel Dominy y sus colegas de la Universidad de California revela que la masacre, que ha inspirado varias películas y libros, fue mucho menor de lo que se pensaba. Analizando las muestras de pelo, dientes y huesos de los dos felinos, conservadas en el Field Museum de Chicago, los investigadores han llegado a la conclusión de que un león habría devorado 10 u 11 humanos y el otro a unos 24 en el último año de su vida. Es decir, las fieras mataron tres veces menos de lo que decía Patterson, y lo hicieron por ser más débiles que otros congéneres.

Los análisis, publicados hoy en PNAS, revelan también que para uno de los leones casi la mitad de la dieta en esas fechas consistió en seres humanos, y el resto en impalas y gacelas. Sin embargo, la dieta del otro león estuvo compuesta exclusivamente de herbívoros, lo que podría significar que las bestias trabajaban en pareja para cazar humanos pero no compartían las presas.


De MuyInt.

Esa fue la historia de los leones comehombres. Ahora, abajo la otra historia de otro león con relación al ser humano. Acá, ¿silencios que aturden? pues no, existen energías invisibles pero muy perceptuales, y básicamente consta de abrir el corazón hacia el que esta en frente nuestro.


Y para poder abrir el corazón al otro, primero se debe abrir el corazón hacia uno mismo. Allí es donde las energías entran en juego y a movilizarse por la sangre, los latidos, el alma, el espíritu.

PEACE and LOVE.

Control

La manera de controlar una oveja o una vaca es darles una extensa pradera.

Vivir en la esfera de la naturaleza de Buda significa morir como seres pequeños de
momento en momento. Cuando se pierde el equilibrio morimos, pero al mismo tiempo nos
desarrollamos, crecemos. Todo lo que abarca la vista está cambiando, perdiendo el equilibrio.
La razón de que todo parezca hermoso es el desequilibrio, pero su plano de fondo está siempre
en perfecta armonía. Así es como todo existe en la esfera de la naturaleza de Buda, perdiendo
su equilibrio sobre un fondo de perfecto equilibrio. Por lo tanto, cuando uno ve las cosas sin
percibir el fondo de naturaleza de Buda, todo parece tener forma de sufrimiento. Mas cuando
se comprende el fondo de la existencia, uno se da cuenta de que el mismo sufrimiento es
nuestra forma de vivir, de prolongar la vida. Por eso, en el Zen recalcamos a veces el
desequilibrio o desorden de la vida.
Hoy en día, la pintura japonesa tradicional se ha tornado un tanto formal y sin vida. A
eso se debe el desarrollo del arte moderno. Los pintores de antaño solían practicar poniendo
puntos sobre un papel en artístico desorden. Esto es un poco difícil. Por más que uno se
aplique, en general, resulta que los puntos siempre están colocados dentro de cierto orden.
Uno piensa que lo puede evitar, pero no es posible. Resulta casi imposible colocar los puntos
fuera de todo orden. Sucede lo mismo con el curso de la vida cotidiana. Aunque uno trate de
someter a la gente a cierta pauta, es imposible. No es hacedero. La mejor forma de controlar a
los seres humanos es alentándolos a ser traviesos. Entonces están bajo control en el sentido
más amplio del concepto. La manera de controlar una oveja o una vaca es darles una extensa
pradera. Lo mismo ocurre con los seres humanos. Primero hay que dejarles hacer lo que
quieran y observarlos. Esto es lo más indicado. No es bueno no hacerles caso. Ése es el peor
sistema. Algo muy poco menos malo es tratar de controlarlos. Pero lo mejor es observarlos,
simplemente observarlos, sin tratar de controlarlos.
Este método de control es aplicable también a uno mismo. Cuando lo que se desea es
lograr una calma perfecta en el zazén, uno no debe dejarse perturbar por las diversas
imágenes que le pasan por la imaginación. Hay que dejarlas venir y dejarlas pasar. Así estarán
bajo control. Pero eso no es fácil. Parece fácil, pero exige cierto esfuerzo especial. La forma en
que se hace esta clase de esfuerzo es el secreto de la práctica. Supongamos que uno está
sentado en circunstancias extraordinarias. Si trata de calmar la imaginación no estará en
disposición de sentarse, y si trata de no perturbarse, el esfuerzo no será el propio e indicado.
El único esfuerzo que puede ayudar es contar las respiraciones o concentrarse en la inhalación
y la exhalación. Digo concentrarse, pero fijar la mente en algo no es el verdadero propósito del
Zen. El verdadero propósito es ver las cosas tal como son, observar las cosas tal como son y
dejar que todo siga su curso. Esto es, poner todo bajo control, en el sentido más amplio del
término. La práctica del Zen pretende abrir nuestra pequeña mente. Es decir que la
concentración no es más que un apoyo que lo ayuda a uno a darse cuenta de la "gran mente",
o sea, de la mente que lo es todo. Para descubrir el verdadero significado del Zen en la vida
cotidiana hay que comprender qué significa mantener la mente al ritmo de la respiración y el
cuerpo en la postura correcta del zazén. Hay que seguir las reglas de la práctica y el estudio
debe tornarse más sutil y cuidadoso. Ésta es la única forma de gozar de la libertad vital del
Zen.
Dogen-zenji ha dicho: "El tiempo transcurre del presente al pasado". Lo cual parece
absurdo, pero en nuestra práctica a veces es cierto. En vez de progresar del pasado al
presente, el tiempo retrocede del presente al pasado. Yoshitsune fue un guerrero famoso que
vivió en la época medieval del Japón. A causa de la situación del país en ese momento, fue
enviado en misión a las provincias del norte y allí perdió la vida. Antes de partir se despidió de
su esposa y poco después, ella decía en un poema que escribió: "Tal como se desovilla el hilo
de una madeja, quiero que el pasado se vuelva presente". Al decir eso, lo que hacía era tornar
en presente el tiempo pasado. En su imaginación, el pasado cobraba vida y era el presente.
Por eso Dogen dijo: "El tiempo transcurre del presente al pasado". Lo cual no es el caso en
términos de nuestra mente lógica, pero lo es en la práctica que hace presente el tiempo
pasado. Eso es poesía y así es la vida humana. Cuando logramos comprender este aspecto de
la verdad puede decirse que hemos logrado encontrar el verdadero significado del tiempo. El
tiempo transcurre constantemente del pasado al presente y del presente al futuro, pero
también es cierto que el tiempo va del futuro al presente y del presente al pasado. Otro
maestro Zen dijo en cierta ocasión: "Ir una milla hacia el este es ir una milla hacia el este".
Ésta es la libertad vital. Hay que adquirir esta clase de libertad perfecta.
Pero, sin ciertas reglas, no se logra nunca la perfecta libertad. La gente, especialmente la
gente joven, piensa que la libertad consiste en hacer lo que a cada uno le da la gana, que en el
Zen no se necesitan reglas. Pero para nosotros es absolutamente necesario guardar ciertas
reglas. Esto no significa estar siempre bajo control. Mientras se siguen reglas hay siempre
oportunidad de liberarse. Tratar de obtener la libertad sin tener conciencia de las reglas no
significa nada. Es para adquirir esta perfecta libertad para lo que practicamos el zazén.


Mente Zen, mente de principiante
Shunryu Suzuki