No me funciona la cabeza, pero...

No me funciona la cabeza, no se que escribir, no puedo pensar, solo escribo lo que tengo ahora en mente sin parar hasta que en algún momento caiga en un punto, en esto que se encuentra después de la palabra punto. Ahora no se porque me surge tirar en este papel todo lo que venga de mi cabeza casi sin pensarlo, como ahora estoy escuchando a una música que me llena el alma para seguir adelante con esto que estoy haciendo ahora, que solo lo hago para pasar el tiempo y la verdad es que no se porque. Para que carajo escribo? Interesante pregunta para mi que muchas veces me siento en esta silla de plástico frente a un monitor y tocando los botones de este coso llamado teclado. Y la verdad es que yo siento, al escribir, como si estuviese hablando con mi otro yo, como si hiciese un encuentro con el que tengo al lado, aunque también me voy escribiendo porque siento que me sumerjo en otro lado que no se adonde estoy ahora sentado, sino que junto con estas palabras me pego un viaje acompañado de mis ideas creando mi propio mundo, como si fuese un campo donde florecen letras, y yo ahí recolectándolas para poder vivir, llevarlas a mi casucha lejos de la ciudad por aquel lejano horizonte del más allá donde solo en mis sueños podrán conocerlo, y visitarme al leer estas líneas. Allí es donde yo cocino lo recolectado en las afueras de mi cabaña para alimentarme de mi propia literatura.
Ya volví de nuevo a mi silla de plástico sin saber que más escribir, aquí sentado con mis auriculares en ambas orejas dejando que ondas de sonido ingresen como si nada para que dancen en mi cerebro logrando una brillantez y una limpieza en mi vida, como si me subieran en un tren viejo por fuera, pero nuevo por dentro, así me siento ahora yo. Y ya que estamos, porque no relacionar esta segunda parte con la primer parte: si, es ella, mi religión la que levanta mi alma hasta las tempestades de mi mundo. Trasladándome con mis pasajeros inhumanos pero que intentan de cierta manera educar a los humanos, ellos son la especie de las letras y cada una con diferentes tipografías. Así viajamos juntos por ese tren que sin vías nos lleva a mi cabaña de aquel lejano campo que nadie conoce, sólo yo y mis pasajeros, que al bajar se asfixian convirtiéndose en semillas para que yo siendo un humano vuelva a sembrarlas en el campo de mi mente para que vuelvan a florecer, para que me curen y eduquen aquí, allí y allá. Por lo tanto, sigo mi propio rumbo leyendo el paisaje que decora mi cabaña, más sintiendo el aroma fresco y suave del viento que trae consigo varias palomas con diferentes mensajes de vida.
Aquí he vuelto nuevamente a mi silla blanca de plástico que dice que levante mi desagradable cola de ella para que pueda respirar, y yo le contesto que si tan sólo pudiese meterse en mis versos e ideas deliradas podría aguantarme un toque más, pero la voy a respetar, así que aquí dejo mis últimas semillas brotadas del campo de mi mente. Luego, tal vez vuelva con otro estado de ánimo y otro humor, con otras ideas por lo que iré a vivir de aquí en adelante, con otro clima, que vaya uno a saber cuanto tiempo será. Me despido hasta la próxima.