Una vez, estando aburrido en mi casa, decidí salir a caminar por el barrio para pensar un poco de la vida y de todo un poco. Era un domingo por la tarde con la caída del sol, cuando de repente sentí por mis oídos un zumbido de viento suave. Cada vez ese viento comenzó a soplar más violentamente que me hizo pensar que una tormenta fuerte se acercaba. Pues no era nada raro en esa época del año, donde las gotas de sudor tienen más acción que en invierno. Pero nada me podía detener ante esa libertad y felicidad extraña que sentía en mi alma al haber salido a recorrer el barrio que me crió. Podía recordar momentos inolvidables como la vez que prendí fuego una casa en construcción con unos amigos que hasta los vecinos tuvieron que llamar a los bomberos. Sólo travesuras que vaya a saber uno el porque de ellas.
Así seguí realizando un paso tras otro con ese viento que soplaba complicando mi avance. El barrio estaba tan desértico como cuando era niño, pues no había nadie por las calles, ni ruido alguno. Sólo se podían ver las nubes que tapaban el cielo y la poca luz que había. Sólo se podía escuchar el ruido del viento moviendo las hojas de los árboles con sus ramas, y de vez en cuando algún ladrido de perro. Me sentía a pleno con la soledad y ese viento que lo disfrutaba como nunca sin saber porque, sentía que me gustaba. Me parecía que iba a ser el fin del mundo o que nunca antes visto iba a suceder por tanta violencia de viento y nubes pesadas que se acercaban creando una capa, una manta. Además, iba paseando, pensando e imaginando cosas producto de mi mente. Me imaginaba que la masa de nubes se iba a soltar y caer a gran velocidad a tierra, por lo que iba a resultar muy complicado ver lo que había a un metro delante de mí. Imaginaba cosas imposibles, cosas que nunca iban a suceder, pero en cierta forma sentía placer al crearlas en mi mente.
Luego, todo cambió cuando de la nada y sin esperármelo, aproximadamente a una cuadra, vi una cosa totalmente borrosa que me hizo creer que tanta imaginación y fantasía que venía produciendo en mi mente me había hecho mal. Entonces decidí acercarme más para sacarme la duda, por lo que ya estando a media cuadra pude ver nuevamente algo nubloso totalmente estático sobre una esquina y debajo de un árbol que revoleaba sus ramas de un lado a otro tan elásticamente. Cuando me pareció que era algo realmente presente en la realidad de mis ojos, sacudí la cabeza y me fregué la cara con mis manos para visualizar correctamente. Así fue como volví a la normalidad, pues no había nada a la vista y supe que era una locura mía.
Seguí avanzando unos pasos más, y estando ya casi sobre la esquina de la cuadra fui golpeado bruscamente por una ola pesada de viento que me tiró dos o tres metros atrás. Fue en ese entonces que comencé a preocuparme y a asustarme un poco, empecé a darme cuenta de que estaban sucediendo cosas muy fuera de lo normal, pues era un viento realmente fuerte que nunca en la vida hubo en mi barrio y nunca fui movido por el mismo. Además, empecé a creer en lo que había visto hacía unos instantes, algo que no pude identificar claramente, sólo había podido ver algún fenómeno extraño, de eso estaba seguro, de que no era nada de que se pudo haber formado con algún reflejo de algo ni nada por el estilo. Pero tenía que volver a verlo para estar al cien por cien seguro. Pero nunca lo vi. En realidad no pasó nada de todo esto. Es un cuento que fracasó.
viernes, 23 de noviembre de 2007
Un miedo incompletado
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario